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Comisión de la Verdad y Reconciliación:

AUDIENCIA PUBLICA EN LA CIUDAD DE ABANCAY



Día 27 de agosto de 2002

Tercera Sesión
(9:00 am a 1:00 pm)


Caso No.19
Nombre de las víctimas: Hermanos Escobar Batallanos
Violación alegada: Asesinato Años: 1989 y 1993
Presunto Perpetrador: Integrantes del PCP- SL
Nombre del Testimoniante: Walter Nicanor Escobar Batallanos
Institución que respalda: Sede Regional de la CVR

Resumen del Testimonio:
El 01 de noviembre de 1989, integrantes del PCP-SL incursionan en la Comunidad de Progreso y detienen a Walter Escobar Batallanos y a otras autoridades de la localidad, luego los llevan a la Plaza de Armas para ajusticiarlos, los cuatro son baleados por los subversivos y el señor Walter Escobar queda herido y huye del lugar. El mes de Junio de 1993, los integrantes del PCP-SL asesinan a Julio Macario Escobar Batallanos, hermano de Walter Escobar.

Testimonio del señor Walter Escobar Batallanos

Sofia Macher: Llamamos al siguiente testimoniante el señor Walter Escobar Batallanos. El nos va a relatar de una incursión de Sendero Luminoso en el año ochentinueve en la comunidad del Progreso. Nos ponemos de pie, por favor.

Señor Walter Escobar Batallanos, formula usted promesa solemne de que su declaración la hace con honestidad y buena fe y que por tanto expresará sólo la verdad en relación a los hechos que nos va a relatar.

Sí.

Gracias.

Carlos Tapia: Señor Walter Escobar, en primer lugar queremos agradecerle el hecho de que haya venido usted voluntariamente acá a la audiencia de la Comisión de la Verdad para contarnos lo que ha sucedido con usted, con su hermano y los momentos de dolor que usted ha padecido. Este seguro que, lo que nos cuente va a servir para esclarecer el proceso que nos ha tocado investigar, no solamente a los miembros de la comisión sino toda la audiencia y a todo el pueblo peruano que lo escucha atentamente por los medios de comunicación que ahora están presentes.

Lo invitamos a que de inicio a su relato.

Walter Escobar: Bien, señores miembros de la Comisión de la Verdad, público presente tengan ustedes muy buenos días. Mi nombre es Walter Nicanor Escobar Batallanos, vecino del distrito de Progreso de la provincia de Grau.

Es verdad, triste es recordar los momentos de aquel entonces, cuando uno sufre. Digo esto y se lo voy a contar al público presente y a todos ustedes señores miembros de la verdad. Con mucha claridad y honestidad. No solamente del hecho ocurrido a mi familia sino también a todo el distrito del Progreso. Puesto de que ese distrito ha sido uno de los pueblos más golpeados de la provincia de Grau, dejando a tantos niños huérfanos, dejando a tantas viudas que actualmente se encuentran muchas de ellas inválidas, y muchos jóvenes sin haber terminado sus estudios secundarios.

Y mucho menos, el estudio superior. En mi distrito de Progreso, apareció la subversión del Sendero Luminoso en el ochentiocho, mil novecientos ochentiocho, cuando mi persona ejercía mi carrera de docencia en el distrito de Huayapi. En ese entonces, era un mes de junio de un día jueves. Y el quién habla, se tenía que recoger de ese distrito a mi pueblo de Progreso, todos los viernes de una caminata de cinco horas, a lomo de bestia o en su defecto a pie.

Cuando volteé los cerros, esas alturas donde no hay gente, donde no hay nadie, zonas inhóspitas, mi pueblo había estado sin energía eléctrica porque Progreso, aquel entonces, gracias a las compañías mineras que nos ha dejado las reliquias contaba con su propio, con su propia planta eléctrica, donde nosotros teníamos luz. Quizás mucho más antes de la provincia de Grau, contabamos con todas esas necesidades, pero lamentablemente llegué a esa zona y vi que posiblemente pasó algo.

Eran las ocho, nueve de la noche, seguía transitando, díez de la noche llego a mi pueblo, paso por la plaza del Progreso, había un señor, profesor Bacilio Vargas, quién también se estaba recogiendo a su domicilio que todavía queda a veinte minutos de la población. Y me saluda, señor buenas noches con cierto miedo, con cierto susto.

Yo le dije ¡hola tío, como estás!, me pasé. Hasta ese momento, no sabía nada. Llego a mi humilde casa, mis padres estaban hay muy tristes, penosos, esperándome que llegue. Y mi hermano que en paz descanse salió. ¡Waltico!, me dice, ¿recién llegas?, así le dije. Hermano, tenemos que apurarnos para poder ir a la cabaña porque anoche incursionaron la subversión y están obligando a todos los jóvenes a que marchen en sus filas y no quisiéramos caer ese error. Vámonos que actualmente se encuentran aquí, en la casa la familia Huamán. Ese entonces, el señor Grimaldo Huamán y su esposa y su hijo, Omar Huamán.

Bueno, partimos a las once de la noche de mi casa a mi cabaña, a la comunidad de Yacancha, donde estaba todos mis animales. Amanezco y al día siguiente como joven dije -voy a tener que regresar a la población-. Y mis papás me dicen -no hijo, no vayas, esto es lo que ha pasado-. Han victimado al teniente alcalde, al profesor Arístides Gutiérrez, dejando siete a ocho hijos menores en la calle sin su casa. Su esposa, viuda, no vayas.

Pero, no hice caso, me fui. He ido a la población, le saludé al viuda, a sus hijos, a todos los profesores. Bueno, pasa este mes, en el mes de julio, como de costumbre la sociedad y las instituciones de nuestro Perú, hasta la fecha todavía continúa la situación de las corrupciones, las inmoralidades y en ese entonces, en el mes de julio, yo no contaba con ningún centavo.

Abril, mayo, junio, julio, sin sueldo trabajando en el distrito de Huayapi. Ya visitaban los de la base militar de Chuquibambilla, visitaban las bases militares de Aquira, Totora, Collurqui. En uno de esos llega la base militar de Chuquibambilla y comentarios de los vecinos, me dicen -Walter, cuídate la base vino a tener que recogernos, recogerlos a ustedes, a tu papá, a Nicolás Escobar Gonzáles, Julio Macario, Julio Macario Escobar Batallanos, Walter Escobar Batallanos. Al profesor Melitón Huamaní, al profesor Juan Gallegos, al profesor Marco Caban Paiva. Todos ellos están pedidos y serán conducidos por la base.

No hice caso, tenia la necesidad de venirme acá a la ciudad de Abancay a hacer mis trámites. Correspondientes de mi sueldo. Tampoco he sido atendido en la Dirección Regional de Educación, tenido que pasar también peripecies, necesidades de gastos económicos, en esta ciudad hospedado en uno de los hoteles y tuve que irme al día siguiente, sólo había un carro hacia la provincia de Chuquibambilla.

Y al ver que había muchos pasajeros en el carro, en el camión, he tenido que desistir mi viaje y quedarme nuevamente. Y a las horas de las cuatro a cinco de la tarde, veo pues al frente del hotel bajar del carro de un camión, a mi hermano, al profesor Melitón Huamaní, Marco Cabana conducido por un Policía Nacional.

Donde le policía buenamente les deja con cierta confianza a tener que descansar esa noche por lo menos bajo un techo bueno y presentarse al día siguiente en la base militar de Abancay. Mi hermano me dice -no te acerques, pasa allá-. Y cuando se fue el policía, ingresamos al hotel, todos conversamos todo lo que estaba ocurriendo y ellos han sido conducidos por la base militar de Chuquibambilla hasta Chuqui y de Chuquibamiblla, conducido por la Policía Nacional.

Donde me mencionan de que toda la familia Escobar, estabamos pedidos por la incursión suscitada en el distrito de Progreso, en ese mes. Entonces, mi hermano muy valientemente dice -hermanito no te preocupes, profesores vamos a servirnos una comida, quizás mañana no vamos ni poder, ni comer-. Nos fuimos a una pollería muy cercano al hotel. Nos servimos nuestra comida y todavía se pide sus dos cervezas. Y luego nos fuimos a descansar y al día siguiente tempranito a las ocho de la mañana se fueron a presentarse.

Yo no les he acompañado. Porque como también estuve pedido, no se podía. Todo el día he tenido que esperar el resultado de cómo iba ir el trámite. Supliqué a uno de los parientes de Marco Cabana, quién había sido, no recuerdo exactamente el nombre ni el apellido, cuñado de su hermano mayor de la zona de Totora. Era el único que hacía los trámites. Y a las seis de la tarde recién, me avisa de que ya le habían pasado a la ex PIP, en ese entonces PIP Nacional.

Bueno, de ahí empecé a tener que agilizar los gastos, su alimentación, cama. Pero lamentablemente los pobres estaban incomunicados y cada uno en diferentes celdas. Y de repente nomás, me encuentro al día siguiente con el hermano menor del profesor Marco Cabana, Felix Cabana. Me dice -hay que hacer esto-, y de pronto nos vimos con el profesor Edy Huamán y su señora esposa que desde aquí yo agradezco a esa familia tan dignamente nos ha apoyado en conseguir un abogado.

Hasta ese momento yo no tenía la facilidad de ingresar a la PIP. Bueno, ya teniendo un abogado. Tras al día siguiente ingresé a la PIP, y el señor policía sargento Bezada, no sale cuando ya estabamos esperando para poder alcanzar su comida a mi hermano o a nuestros hermanos, con el hermano menor del señor Marco Cabana, en la sala de espera y sale el señor sargento, el señor policía, -oye- con palabra sues -oye cojudos, ¿ustedes ya consiguieron abogado?- sí jefe.

Son cojudos, porque no nos dejan una chanchita. Y sin abogado se resuelve. Así, así tenemos de policías. Por eso digo que nuestra sociedad, en el Perú, es totalmente corrupta.

Entonces, dijimos que sí tenemos nuestro abogado. Después de eso llegó el doctor Noblega Peña, conversamos, agarré la fuerza y voluntad, el valor moral de tener que apersonarme a su oficina del señor Bezada y decírselo la verdad. Señor Bezada, yo soy el hermano de Julio Escobar, quiero saber la verdad, ¿es cierto que estoy pedido y mi señor padre también?, sí, sí. Ahora sí cholo, te quedas. Ya no tienes salida. Terrucos, no.

Entonces, en cierto modo he tenido miedo, le dije -por favor. Nos soy terruco, nada, sino simplemente si fuera terruco, no estaría yo acá-. Se lo estoy aclarando le dije. Y me pidió una chanchita diciendo. Yo ni siquiera sabía que cosa era chanchita. Y había sido pues una coima. Y en ese entonces se ganaba intis. Tenía que ir, hacer lo posible de tener que conseguir dinero, darle ese dinero, y decir por favor -le dejo pero me da libertad a tener que traer a mi padre pa prestar mi manifestación aquí-. Yo he sido el que he tenido que traerle a mi señor padre, cruzando los cerros y los montes, las quebradas, trayendo nuestras mulitas y los pocos caballos que nosotros teníamos en ese entonces.

Para tener que sostener nuestros gastos, de alimentación, hospedaje, todo aquí en la ciudad de Abancay. De alguna medida llegamos a Chuquibambilla. Vendimos nuestros animales, hemos tenido que venirnos. Esperamos, era un día domingo, esperamos el izamiento de la bandera, termina el desfile, ingresamos a la PIP. Hemos tenido que presentar nuestra manifestación y ya vuelta aumentarle la coima. Pero mientras eso, mi hermano seguía adentro detenido. Seguía también de alguna medida ayudándonos el señor Huamán, una vez más, aclaro.

Bueno, ya eran quince días. En los quince días también en nuestra familia, mi mamá, mis hermanos preocupados en la casa, mi hermana menor Carmen Escobar había venido con la dirección a la ciudad Abancay y de pronto no dejaron pasar en la delegación de Lambrama, porque todos los viajeros que venían de Chuqui, se quedaron hay.

¿Por qué?, porque simplemente hubo una incursión o un enfrentamiento en el sitio llamado Suncho. Debe ser jurisdicción de Lambrama, también eso. Con la base militar y con el terrorismo. Pobre mi hermana también sufriendo hay, durmiendo en la intemperie, con todas sus cosas. Ya al día siguiente llega. Y felizmente, ya mi hermano salió. Para esa fecha estuvimos aquí un día porque en las mañanas nomás hay carro y al día siguiente tuvimos que irnos con la dirección de nuestro pueblo.

A partir de esa fecha, la familia Escobar ya empezó a ser golpeado. Hemos sido, consecuentemente detenidos en cada delegación, llámese en las delegaciones de Lambrama, Cunyac. Solamente, la constancia de nuestra manifestación nos salvaba, nos tenía que liberar de la detención que nosotros pasábamos.

Bueno, llegó un mes de setiembre donde nuevamente me traslado del distrito de Huayapi a tener que exigir mi sueldo y en Lambrama me detienen y pa mi suerte, un compañero de estudios policía, había estado laborando en ese delegación, he tenido que ser absuelto.

Pasé el año, llegué al año mil novecientos ochentinueve, seguía las visitas de las bases militares de diferentes distritos. Asimismo, también las incursiones permanentemente. Era un pueblo ya prácticamente donde la subversión se estaba adueñando territorialmente, el distrito el Progreso. Y llega un momento, de un primero de noviembre de ese año, de mil ochocientos, digo de mil novecientos ochentinueve, donde él quién habla ha sido víctima de una ejecución.

Lamentablemente yo quisiera comentarles esto bien claro, no tengo miedo, estoy seguro que aquí, dentro de los oyentes puede haber y pueden estar también. Solamente, digo que se entienda no hacernos daño entre personas y humanos que somos, de esa naturaleza. Por eso quiero aclarar y partirlo con firmeza y certeza de tener que, comentarles para que esta Comisión de la Verdad actúe y no se olvide de todos aquellos que hemos sido golpeados en esa época.

Ese primero de noviembre, un día feriado mi señora madre, siempre acostumbra atener que preparar sus viendas y poner las ofrendas para sus seres queridos. Ese entonces, ese día nosotros llegamos con mi señor padre, de las comunidades de Casanca y Capilleo, porque mi señor padre era ganadero. Fuimos nosotros a tener que conseguir ganados, y tener que regresar para almorzar. Todavía le dije a mi papá. Papá, nos quedamos, ¿por qué no nos quedamos en esas comunidades? Y me dice -hijo, no tiene ni porque quedarte, tu señora madre ha preparado viendas y tenemos que estar todos-. Vámonos. Nos venimos, almorzamos, todos preparamos y ese día, mi hermano que en paz descanse, estaba también en las comunes de Anchapiyai, Pamputa, en las jurisdicción de Coyurqui.

A las horas de las cinco a seis de la tarde más o menos, todavía yo me quedé, ¿por qué?, por la imprudencia, por no obedecer a mi mamá, porque mi señora madre dice -hijo después de que tu has empezado a tener que trabajar- te olvidaste un poco de nosotros. A tener que cuidar nuestros animales ¿Por qué no vamos abajo?, yo le dije -no mamá, estamos próximos del fin del año, necesito avanzar con mis documentos y quedar bien con la dirección del centro educativo y con el pueblo, con los padres de familia tengo que avanzar mis documentos-, me quedo.

Y a las horas de las cinco, a seis de la tarde, salí de mi casa a una tienda que era vecino también de nosotros, onde el profesor Copaja, Carlos Copaja, que ahora ya él también se encuentra por la ciudad de Arequipa. Estamos conversando, dialogando, allá aparece un amigo Ezequiel Pinto, aparece también Hilario Chalco, donde ellos vieron ingresar a un militar, supuestamente uniformado con arma de fall.

Y estos señores, de miedo como ya vivíamos en zozobra, de susto, todos teníamos ese miedo, se escaparon, se fueron por un lado. Se va aproximando a la tienda y yo me quedé. Me pregunta ¿profesor Walter, profesor Walter?, documentos. Lo tenía documentos a la mano. Le entregué. Ahí está mis documentos, ¿dónde vives?, acá esta mi casa.

Me lleva a mi casa, me dan mi culatazo, me dan mi patada. No decía ni jefe, ni compañero, porque no sabía quién era. Dudaba. En la despensa, en el cuarto de mi mamá. En la despensa donde hay todos los productos ahí me metieron. Y estaba colgado una honda, la famosa huaraca que conocemos en quechua. Con eso empezaron a mancuernarme, mancuernado con las manos atrás. Y cuando de repente, pasó ese rato el señor Lino Venero, con su señora esposa.

De miedo a su casa porque al lado también vive. En ese entonces, me pateaban, me golpeaban, pero yo no sabía ¿quién era?, y ¿qué querían? Le decía, ¿de qué me castigan?, yo no soy delincuente. No soy abigeo. Y me dicen con palabras soeces, -carajo, todavía te vas a poner liso, en lugar de que te calles, ¿por qué te pones liso?- Me sacan una hoja, una relación, ¿le conoces a fulano de tal, fulano de tal, fulano tal?-, algunos vivían hay, algunos vivían en la comunidad, en los campos.

Hay nomás de pronto, escuché voces de una mujer, donde gritaba la mujer, -carajo, todos a la reunión-, inclusive levantando de la madre. Recién dije, entre mí, a esta es la subversión, terrucos. Me callé, y me obligan a tener que llevarles a la casa del señor Hilario Chalco. Me llevaban golpeando, pateando. Llegamos a la casa, no encontramos, o no encontraron al señor Hilario Chalco. Buscaron las otras casas, tampoco. De hay, me llevan a la plaza del distrito el Progreso.

En la plaza, nos encontramos con el señor Alejandro Gómez Barrientos, nos encontramos con un Luis Barra Pinares, nos encontramos con Bernardino Córdova Palomino, Eloy Ocsahuanec, todos ellos también mancuernados y nos han hecho arrodillar al medio de la población y predicaban de todo en la asamblea. Decía, juez ¿no?, oye Luis Barra, eterno juez, pero el caballero en ese entonces ya no era ni juez. Porque en la primera incursión, habían advertido, ya no era ya, después.

Pero sí, al señor Bernardino Córdova, la base militar obliga a que asuma ser como autoridad del pueblo como juez. Asimismo, el señor Eloy Ocsaguañec, como teniente. Y a mi persona ya estuve como secretario de organización del Frente de Defensa de los Intereses del Pueblo. De pronto, hablaban de las autoridades que eran eternos abusivos, pa los comuneros, me hablaban de mi director del colegio ¿no?, director ¿no?, solamente eso decían.

Y la población es testigo de todo lo que hablaban. De pronto, al señor Alejandro Gómez, le sacan, le llaman. Señor Alejandro Gómez, salga usted. Salió, ya no lo vi de hay. Quedamos los cuatro. Aproximadamente a las diez de la noche o a once de la noche, mi esposa no estaba tampoco. Ella ha ido a verle también a sus papás porque mis suegros viven a quince minutos también de la población. Entonces, cuando termina, nos traslada de la población, digo de la plaza a diez, a treinta metros de la plaza, a los cuatro.

Más o menos a una distancia de un metro, no era mucho. Y toda la gente gritaba. Si a ellos van a matar. Tendrán que matarnos a todos. Mis hermanas gritaban. Tampoco mis papás estaban.

Si a mi hermano le van a matar, mátanos a nosotros, también. Y así escuchaba voces de toda la población. Pero sin embargo, sin hacer caso, empezaron a tener que victimar en mi delante, al pobre caballero de unos sesenta, setenta años, a Luis Barra Pinares, disparándole de la quijada para afuera, con fall.

Luego, empieza al pobre Bernardino Palomino, donde me lo dicen -ah cojudo ¿no?, ahora sí tu eres el que habías querido organizar la ronda campesina, ahora vas a organizar con nosotros-. Y empiezan a dispararme. Tengo un orificio aquí, a la altura del hígado y la salida llevándose en pedazo de riñón en la altura del riñón. He tenido que caer al suelo, desmayé. Así mueren los perros. Me da todavía una patada. Y empiezan estos cínicos a tener que desnudarme, a quitarme el pantalón, el zapato. Todavía, la casaca, más.

Si la casaca, no estaba ensangrentado y más no tenía un reloj, estoy seguro que me hubieran vuelto a matar. En eso, me quitaban , me sacaban la honda, me desataron la mano. Soportaba todo el dolor. Reaccioné donde escuché, gritando todavía, pidiendo auxilio a Eloy Ocsa. Y de pronto regresa y le dice una mujer -carajo, métele cuchillo, por qué le haces sufrir-. Y le aumentaron más balas a Eloy Ocsa. Seguía yo tirado en el suelo, por supuesto escuchando todo lo que hacían.

Y de pronto, también por supuesto ahí gritaban mis hermanas, los niños lloraban. Decía -dos minutos tienen para tener que recogerse a sus casas. Sino todos ustedes van a morir-. Todos volaron. He tenido que levantar la cabeza y tomar serenidad, coraje, valentía, a tener que levantarme de hay, correr doscientos metros. En doscientos metros he perdido todo el sentido porque he ensangrentado, duramente.

He fugado, he fugado prácticamente mi vida, con esos señores. Agarré fuerza de voluntad, nuevamente he tenido que arrastrarme de cuatro patas hasta el río. En el río, en el medio del río he tenido que sentarme, donde me exigía líquido, agua, pura agua tomaba. Pensé hay, ¿dónde voy a ir?, decía voy ir a mi cabaña, a mi casa. O a la casa de mi suegro. He tratado de tener que fugarme hacia un corral, donde había una choza. En el corral, no he podido trepar de cuatro patas. He decidido irme a una casa donde estaba distanciada de la finada que en paz descanse Paulina Quispitera de Chalco.

Encontré a Hilario Chalco, en ahí, se asustó. Le dije, -tráeme un sanitario-, no me trajo, le he quitado una frazada de un cuero he amanecido esa noche. Tomando su orina de la finada, de sus hijos, tomando el agua de chancho, toda la noche. Y Al día siguiente he tenido que levantarme de tres, digo de cuatro patas y de hincado nada más a tener que hacer mi necesidad. Orinaba sangre. Le decía, mandé a la señora, la señora empezó a correr a la casa a avisar recién a mis familiares. Que yo estuve, pero ya por entonces, me habían estado buscando.

El pueblo lloraba. Al ver ese ensangrentamiento, al ver en la plaza de tres cadáveres y a mi no me encontraba y felizmente cuando ya le avisó, me encontraron. Y digo, esto gracias también a la parroquia del distrito del Progreso, en ese entonces estaban las madres misioneras, quiénes ellas vinieron a cubrirme a tener que atenderme pa ponerme coagulante.

Nadie quería ayudarme de hay en la noche. En la noche he tenido que ser trasladado solamente por dos personas, por mi primo que en paz descanse Germán Oblitas y mi primo Nestor Portugal, hasta la localidad de Coñamuro. Nadie quería, mi señor padre inmediatamente se trasladó a las cuatro de la mañana hacia la dirección, con la dirección de Chuquibambilla y en medio camino se encuentra con la camioneta de la parroquia de Chuquibambilla. Que también estaba yendo con la dirección de Progreso.

Gracias a los padres, también he sido trasladado hasta la ciudad de Chuquibambilla. Amanecí en la ciudad de Chuquibambilla, al día siguiente vengo a uno de los nosocomios, de aquí, de Abancay y lo primero, era preguntarme ¿no? darme las atenciones respectivas. Y no he conseguido una atención legal en Abancay y eso a pesar que estaba hay su sobrino del señor Luis Barra, doctor Luis Barra Pacheco, si no me equivoco.

Y al día siguiente me programaron para mi operación, no acepté al día siguiente dije, me voy al Cusco al Seguro Social, soy asegurado. Me han dado mi transferencia, me fui al día siguiente al Seguro del Cusco. Lamentablemente, llegué a las diez de la noche y gracias al doctor Carlos Morales, me atendió inmediatamente. Entonces, he estado hospitalizado en hospital del Seguro Social, durante un mes. Pasado el mes he tenido también que ser obligado de irme a la ciudad de Chuquibambilla a tener que entregar mis documentaciones.

Luego, de todo esto, ya mi familia, mis papás estaban con la marcha hacia la ciudad del Cusco, cruzando los cerros, los ríos, a pie. Una caminata de quince días, con mis sobrinos menores, de tres, cuatro años, dos años. Caballeros de sesenta años, setenta años. No hemos encontrado cabida en las comunidades de la ciudad del Cusco. Vuelta, mi madre, mi padre se deciden tener que retornar hasta el distrito del Progreso a tener que vivir en su pueblo no, mal visto como esos lugares. Nuevamente con sus animales ha tenido que regresar hacia Progreso.

Carlos Tapia: Señor Escobar, disculpe usted le estamos muy agradecidos por toda la historia que nos está contando, le quisiéramos pedir un favor, como tenemos todavía otros testimonios y tenemos hora fija, le rogaría que sin quitarle nada de todo el sufrimiento que usted ha tenido pudiera resumir lo último de su historia para darnos tiempo para poder escuchar los otros testimonios.

Walter Escobar: Bien gracias, ya voy acabando ya. Unos cinco minutitos suficiente, por favor. En ese entonces, cuando mi papá, mi mamá regresaron a Progreso, lamentablemente después de un año que estuvieron nuevamente, mi hermano ha sido también presentado, nombrado por la base militar de Chuquibambilla como presidente del Comité de Autodefensa y nuevamente un ventiocho de junio de mil novecientos noventitres, ingresaron venticinco hombres con armas de fuego y blanca, a tener que buscarme a mi persona y a buscar a mi hermano que en paz descanse, a mis papás y dónde lo victimaron feamente. Y se lo llevaron los doscientos cuarenta ovinos, los ganados caballares.

Ya de pronto, felizmente mi hermano estaba en vida todavía, horas nos a acompañado y reconoce a su madre y le dice -mamá el fulano, fulano es el que me ha hecho esto-. Han sido capturados, han sido detenidos, hace simplemente cuatro meses, reo confeso. Sin embargo, hasta la fecha no hemos encontrado ninguna justicia. El señor se encuentra en Estados Unidos, quién es el Gonzalo Gutiérrez Trujillo. El director responsable, quisiera que se tome dato de este señor, porque se ha ido a Estados Unidos ilegalmente.

Definitivamente yo quisiera pa terminar, largo es mi historia, todavía hay más. Justamente, esto es resumido durante la noche en cuatro hojas nada más, pero sin embargo estoy haciendo un documento donde voy a tener que sacarle una revista. Solamente pido a la comisión revisora, digo a la Comisión de la Verdad, a que a la familia y a todos los testimoniantes nos den las garantías respectivas y la seguridad, puesto de que, el quién habla trabaja en el rincón del Perú profundo sin ninguna seguridad y así he tenido que caminar ya por Cusco, por Collurqui, por todos sitios, lamentablemente no he encontrado ningún tipo de ayuda, ni apoyo.

Por otro lado, a nombre de todos los que han sufrido en el distrito de Progreso, también que nos haga un proyecto legal con todas las necesidades que requerimos en nuestro distrito. Muchísimas gracias señores de la Comisión de la Verdad.

Carlos Tapia: Señor Walter escobar, en realidad hemos escuchado su testimonio. Entiendo que usted tendría necesidad de mucho más tiempo para poder contar todas las vicisitudes por las que ha pasado, pero de lo que nos ha contado hemos logrado apreciar la valentía de un profesor que esta trabajando en lugares muy alejados, en situaciones increíblemente difíciles, sin recibir sueldo, tramitando su sueldo, luchando por el desarrollo de su distrito que curiosamente se llama del Progreso y su hermano Julio encima es muerto por el senderismo cuando organiza los Comités de Autodefensa.

Tenga usted por seguro que la Comisión de la Verdad va a tomar su testimonio, como un testimonio muy importante y ojalá que algún día una calle del pueblo del Progreso, del distrito del Progreso, lleve el nombre de Julio Escobar. De esa manera haremos honor a todo lo que usted, su familia y tantos otros miembros del distrito del Progreso han tramitado por este calvario, que han sido los años de la lucha contra la subversión, contra los excesos de las fuerzas del orden. Muchísimas gracias por haber venido y valoramos grandemente su testimonio.

Fuente: Comisión de la Verdad y reconciliacion. http://www.cverdad.org.pe