Actualidad Informaciones de fondo Documentación Archivo Enlaces Contacto

Comisión de la Verdad y Reconciliación:

AUDIENCIA PUBLICA EN LA CIUDAD DE ABANCAY



Día 27 de agosto de 2002

Primera Sesión
(de 09:00 a 13:00 horas)


Caso No. 1:
Nombre de la víctima: Plácido Damián Ccasaní
Violación alegada: Detención arbitraria, tortura y
Violación del debido proceso Años: 1981, 1988, 1989 y 1995
Presunto Perpetrador: Efectivos del ejército y de la policía
Nombre de Testimoniante: Plácido Damián Ccasani
Institución que respalda: Sede Regional de la CVR

Resumen del Testimonio:
El señor Plácido Damián Ccasaní ha sido dirigente campesino desde el año 1964, actualmente es Presidente de la Federación Agraria Revolucionaria de Apurímac-FARA. Debido a su labor dirigencial ha sido detenido por efectivos policiales y del ejército en los años 1981, 1988 y 1989, en esas oportunidades ha sido víctima de torturas. El año 1995 fue nuevamente detenido y sentenciado a 15 años de prisión. Fue indultado el año 1996.

Testimonio del señor Plácido Damían Casani

Sofia Macher: Buenos días, buenos días señoras y señores la Comisión de la Verdad y Reconciliación inicia hoy una nueva Audiencia Pública con víctimas de violencia política y lo hace en Apurímac, una tierra con la cual todo el país tiene una enorme deuda que no remonta solamente a las dos décadas pasadas sino que arrastra desde los inicios de nuestra historia como república.

La pobreza, el olvido, la desprotección en que el estado ha dejado durante décadas a esta departamento sólo se vieron agravados por los años de violencia. Y pasada esa ola de auto destrucción nacional, la indiferencia de todo el país, hacia los sufrimientos de Apurímac, fue como una prolongación de esa violencia. Los miembros de la Comisión de la Verdad creemos que es hora de poner fin a ese olvido. Y la ceremonia que hoy inauguramos aquí, es nuestra forma de comenzar a honrar esa enorme deuda de reconocimiento y atención que hemos mencionado.

Como hemos explicado en diversos foros y como lo hemos señalado también en las audiencias públicas precedentes, esta ceremonia constituye un elemento central en nuestro plan de trabajo. En ella se da el encuentro elementos muy importantes de nuestra misión, tal como nosotros lo entendemos.

En primer lugar esa presentación de testimonios por parte de quienes sufrieron violaciones de sus Derechos Humanos, significa una exposición pública de la verdad. De una verdad terrible y largamente silenciada. Esa verdad nos habla del sufrimiento humano incomparable e intolerable, de la ceguera y la prepotencia de quienes tienen de su lado el poder y la fuerza. De las grandes fallas de nuestra existencia como comunidad nacional. Nada bueno y duradero se puede edificar sin afrontar la verdad. Por dura que esta sea.

Gracias a las audiencias públicas y sobre todo a la valentía de quienes consienten en dar su testimonio, restauramos esa verdad necesaria para cada uno de nosotros como personas y para el país como comunidad. En segundo lugar, no solamente necesitamos conocer los hechos, nos es preciso reflexionar sobre ellos, hacer ese examen de conciencia que la Comisión de la Verdad ha señalado como una ineludible tarea para el país.

Pero ese examen no lo puede hacer nadie en nombre de cada uno de nosotros. Ninguna entidad por eficiente y honesta que sea puede sustituirnos en nuestra conciencia. No es pues la comisión la que ha de decir a los peruanos que deben pensar sobre nuestra historia pasada. Si así fuera estaríamos ofreciendo apenas un ejercicio teórico, interesante tal vez pero sin arraigo en nuestra vida real.

Cada peruano y cada peruana tiene que oír lo que las víctimas han de relatar y permitir que nazca dentro de sí, ese sentimiento de compasión, de identificación con el dolor, que es inherente a todos nosotros y esa voluntad de enmienda, de nuestras acciones y omisiones. Quienes se acerquen a esta mesa a compartir con el país la memoria de sus tragedia, nos estarán enseñando pues a hacer más humanos y ello sólo aumentará la deuda que ya el país tiene con ellos.

Conocimiento de la verdad y aprendizaje a través de ellas son por tanto dos grandes bienes que nos están dejando estas audiencias. Y hemos reservado para el final la mención de aquello que es para nosotros lo esencial de estos encuentros con las víctimas y sus familiares. Las audiencias públicas son por sobre todo espacios de reconocimiento y dignificación de las personas afectadas por la violencia. Lo hemos dicho ya, y lo repetiremos cuantas veces sea necesario. Los peruanos que sufrieron la
Violación de sus derechos, no sólo padecieron daños materiales o físicos, muchas veces irreparables. Al mismo tiempo sufrieron el gravísimo daño moral que es la negación de su dignidad como persona.

Y ese arrebato de la dignidad fue ahondada por la indiferencia de todo el país, ante tales atropellos. Las audiencias quieren remediar ese daño haciendo que todo el país conozca el rostros de las víctimas, que oiga sus voces y que reconozca en ellas, a sus hermanos, a personas y ciudadanos con dignidad y con derechos inalienables. Sostenemos que la indispensable reparación de daño, de daños que la nación debe a las víctimas comienza por ese reconocimiento moral y cada uno de los encuentros con la población afectada hasta ahora, realizadas nos afirman en esta convicción.

Ese conocimiento de la verdad, esa reflexión y ese reconocimiento demandan de todos nosotros un gran esfuerzo. No sólo por lo duro que resulta afrontar los hechos sino también por la cantidad y variedad de las víctimas y de los abusos que es abrumadora. En estas audiencias públicas que hoy inauguramos, prestando sus oídos a sus hermanos de Apurímac, la población peruana se aproximará a un aspecto de esa historia, el de la violencia sufrida por los campesinos peruanos. Esos hombres y mujeres que vivieron literalmente atrapados entre dos fuegos. Y que sufrieron asesinatos, desapariciones, masacres y múltiples robos y sabotajes que ocasionaron lo que parecía imposible, hacer aún más pobre una población duramente castigada por las repetidas crisis económicas del país.

En estas sesiones la nación conocerá también otras caras de la violencia, aquella que se ensañó con los jóvenes estudiantes y las que se abatió sobre las autoridades del estado y los dirigentes de la población. Esa historia nos habla de una grave descomposición social y moral y sobre todo de un drama humano que no debe repetirse jamás entre nosotros.

Lo hemos dicho ya, para que ello no se repita, los peruanos tenemos que tomar decisiones cruciales y efectuar cambios de gran envergadura en nuestra sociedad. Pero esos cambios no serán posibles sin un paso previo, la transformación, la apertura de nuestras conciencias, el reconocimiento de nuestros errores y de la necesidad de una reforma moral y social y todo ello tiene como primer requisito, el conocimiento de la verdad.

Al inaugurar esta audiencia pública de Apurímac, agradecemos pues a los testimoniantes, quienes consistiendo en recordar su tragedia personal, nos permitirán conocer públicamente esa verdad. Es una tarea amarga, ciertamente pero ineludible para todos los peruanos, pero es al mismo tiempo una obligación que se hace llevadera porque somos conscientes de nuestro deber y también porque sabemos que no estamos solos en este empeño.

La comunidad internacional nos acompaña y nos alienta a seguir adelante como lo atestigua la presencia aquí de invitados, representantes de organizaciones amigas, a quienes agradezco profundamente su compañía en esta audiencia. Con la seguridad de que al confrontar nuestra historia real, estamos haciendo renacer la paz y la esperanza para todos los peruanos, declaró inaugurada la audiencia pública de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en la ciudad de Abancay.

Vamos a llamar al primer testimoniante, al señor Plácido Damián Casani. El señor Plácido Damián Casani ha sido dirigente campesino en el año de mil novecientos sesenticuatro y actualmente es presidente de la Federación Agraria Revolucionaria de Apurímac, FARA. Debido a su labor dirigencial, ha sido detenido por efectivos policiales y el ejército en los años ochentiuno, ochentiocho y ochentinueve. Estuvo quince años en prisión y fue indultado en mil novecientos noventiseis. Nos ponemos de pie, por favor.

Señor Plácido Damián Casani, formula usted promesa solemne de que su declaración la hace con honestidad y buena fe y que por tanto expresará sólo la verdad en relación a los hechos que nos va a relatar.

Sí formulo.

Carlos Iván Degregori: Señor Plácido Damián Casani, en nombre de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, le damos la bienvenida esta audiencia pública, le agradecemos profundamente por su presencia y sabemos que el testimonio que ahora va usted a dar va a ser de gran utilidad para nuestro trabajo y va ser también necesario para que el pueblo peruano comience a enterarse o se entere en mayor detalle, sí es que ya lo sabía los sufrimientos que han pasado hombres y mujeres de este departamento de Apurímac. Sin más lo dejo en el uso de la palabra.

Placido Damián: (traducción) Muchas gracias señores representantes de la Comisión de Verdad, de las prensas extranjeras, representantes en este momento deferentes los autoridades del Perú, y la comunidad internacional, que están presente en este mominto, los hermanos campesinos, el pueblo y ciudadano en conjunto, agradizco benvenida en nuestro pueblo de Apurímac, que Dios que habla. En este momento debo comenzar mi testemonio.

Mi nombre es Plácido Damián Casani. Hijo de Simeón Damián Astuquilca, María Casani Juru, nacido en comunidad campesina Quizapata, hacienda San Gabriel. Somos trece hermanos y cuatro hermanas. En este momento yo me radico comunidad campesina Yaca Utcubamba, hacienda San Gabriel, este Yaca Utcumbamba. Yo soy dirigente campesino, en que con la ley diecinueve mil cuatrocientos, desde el año mil novecientos setenta. Mi, mis carreras educaciones son el corazón de los pobres bajo la sombra de cañaveral en Hacienda San Gabril y también hago llegar un saludo a mis compañeros dirigentes de la Federación Agraria, en este mominto están presentes, hay muchos, hay muchos también se han ido en otra vida, la vida de la cotidiana, ha sido perseguidos con toda las familias como Ubaldino Quinto, como Juan de Remasca y también como Cayta Juan Caytoeyro de Grau.

Hay muchos también han sido presos, recuerdo mucho los hermanos que han sido caídos también, perseguidos con toda las familias. Voy a dar mi testimonio, cual ha sido mi persecución, todo eso. Yo era dirigente de la Federación Agraria, ley cuyo espíritu era favorable al campesino. En defensa de los pobres, entregando las haciendas a los pobres el Presidente Velasco. Por eso hasta ahora los campesinos como los hombres, vuelven a reconocer por sus comunidades. Ahí dentro yo fui perseguido, año ochenta, setentiocho, demasiada persecución había en el tiempo del general Morales Bermúdez, en la tierra de Abancay.

Mi mujer de Llaca Acobamba, por ese motivo yo tuve que irme a otro sitio. Y entonces, empezamos a organizar la Federación. En ese tiempo estaban regresando los hacendados a este pueblo de Apurímac, la prueba clara esta en que es en la Hacienda Carmen de Curawasi, otra prueba en Tintay, en Pampatama, San Gabriel. Igualmente, en las comunidades campesinas de otras provincias. Y entonces, persecución. Al comenzar la persecución, me fui a mi comunidad el año ochenta. En el tiempo del gobierno de Belaúnde volví a ser presidente de mi comunidad.

Ahora dentro de mi comunidad, a mí el pueblo me lo pidió. En primer lugar preséntese donde estuviera usted. Presente usted su partida de nacimiento, presente su libreta militar, electoral, tributaria. Presente usted sus antecedentes penales en Abancay. Constancia de su comunidad de haber sido buen dirigente. Presente usted antecedente de la Corte Suprema, de la Policía de Investigaciones, documentos de ser, de estado civil, documentos todos de su mujer, partidas de sus hijos, así me dijeron allá en Yaca, Ocobamba. Allí presenté todo.

Espera ahora allá. Y entonces, cuando yo entré adentro, de aquí media hora afuera. Plácido vas a trabajar noventa días aquí, solamente así vas a tener voz. Allí había intervención del estado, camionetas por todo costado. Y entonces yo digo ahora tengo voz, los campesinos se van a organizar. Y vamos a dirigir con asambleas populares. Y llegamos a elecciones y me dijeron este indio de San Gabriel, no va a manejarnos a nosotros.

Empezaron muchos los juicios, y por eso me llevaron de mi casa por intermedio del puesto de Cachinchihua, hacia Abancay, incomunicado. Estuve cuatro días preso, con cinco frazadas amarradas hacia atrás. Y me sacaron a media noche, tú no puedes estar acá, eres peligroso. Ahora te llaman a otro sitio, hacia el Cusco. Por eso cuando yo iba en el carro, yo dije -compañeros avisen a la federación, esta yendo preso Damián- Y entonces, el pueblo dijo -federación compañero Abraham, movilizaremos a nuestra población para reclamar a Plácido-.

Estuve en el Cusco, en una cárcel del Cusco, dieciocho días. Había días y momentos que empezaban a torturarme con electricidad en mis manos. Otros días me ponían a las fosas de agua, agua en el cilindro, por momentos también me colgaban de los pies. Nuevamente me hicieron llevar al tercer piso del tercer lugar penal, y me dijeron, tú no tienes nada que ver, no tienes ningún problema, vete a tu pueblo. Ocho policías me llevaron y llegó mi hermana. Ella se puso a llorar, ahora nos vamos a nuestro pueblo.

Llegué a Abancay y se llevaba adelante el Tercer Congreso en la Sociedad de Artesanos. Dije, hermanos y hermanas he vuelto como hombre por mi pueblo, por nuestro pueblo. Derramaremos la sangre en defensa de nuestro pueblo. Y entonces, nuevamente llegué a ser Secretario de Defensa año ochentitres. Todavía había enemigos y nuevamente ampliamos nuestro trabajo por las otras haciendas, los dueños de San Gabriel, de la Hacienda San Gabriel, había otro grupo. Los indios que se vayan hacia la altura, este terreno es nuestro.

Hicimos asamblea nuevamente y me señalan como agitador. Si así entonces, en el corazón del campesino arderá, florecerá el nuevo amor a la tierra. Ochentiseis, nuevamente preso, otra vez en Abancay, quince días. Ochentisiete, igualmente en la base juzgado, Seguridad del Estado. El ochentiocho, nuevamente con la mayor persecución ya y me han torturado, golpeado como han querido. Allí jugaba papel importante la Federación Agraria. Aquí los campesinos están muriendo demasiado, tienen derechos también ellos.

Y se firmó un compromiso con la Cruz Roja, con el apoyo de la Cruz Roja. También hubo instituciones que apoyaban en este sentido. Por momento recuerdos tengo del padre Domingo Verne, padre Crahuiño, obispo. El también, el padre fue preso por haber levantado, ayudado a dos soldados. Y teníamos también personas e instituciones que nos apoyaban. El ochentinueve, la persecución ya no era sólo a mi, sino a más. A cualquier lugar que yo me dirigía estaba detrás de mí un policía, una vez llegó a una, llegó a una comunidad cuando estábamos en un aniversario. A las tres de la mañana.

¿Qué cosa quiere usted señor policía?, y él me contestó a mi me obliga mi jefe, yo estoy cumpliendo mi deber. Yo soy campesino, por favor, no tengo ninguna culpa. Toma te invitaré un té con agua hervida. Pero sí es que te dejo a ti, mi jefe me va a descontar, también gano de eso yo. Así que comprende.

La persecución era por todos los costados, mi casa humilde controlada siempre. El año ochentinueve, doce de mayo a las tres de la mañana estaba yo en mi cosecha de la casa y llegaron los militares a las tres de la mañana, en luna llena, en luna entera y me han rodeado.

¡Plácido Damián!, alto. Si tú te mueves en este momento, te matamos. Ahora vas a ir por delante nuestro. Yo contesté con mucho gusto voy, no me rindo. Hasta donde sea. A la vista será si me comen. Pero en el pueblo, en el corazón de mi pueblo esta mi nombre. De ahí me hicieron llegar a la base militar de Abancay, a otros familiares míos le hicieron saqueo en sus casas, en Condebamba, en Mariño, en Pueblo Joven.

Entonces, me pusieron totalmente incomunicado. Cincuentiocho días. Y yo completamente incomunicado. Recurrimos a Derechos Humanos. Ellos empezaron a preocuparse por mi caso. Congresista Edmundo Murrugara llegó, también Andrés Luna Vargas, llegó obispo de Cusco, Lima. Allá esta el obispo Domingo Verne. En Abancay, en el pueblo de Abancay, se ha detenido un campesino, hay mucha gente que esta muriendo. No permitamos que maten a esa gente. Vayan a reclamar por ellos.

Reclamaron entonces, los de la Confederación Nacional Agraria, igualmente Amnistía Internacional. Entonces, yo hice enviar un comunicado a mi familia, con un soldado amigo. A ese soldado le dije, por favor, házmelo llegar dentro de este pan, esta nota, diciendo que estoy viviendo. Entonces, un papelito puso en su sombrero. Recién supieron en mi pueblo que yo seguía existiendo. Entonces, ellos se levantaron para pedir libertad, mi libertad. Allí estuve torturado con electricidad metido al agua, a los pozos, metido a los baños, después de cuatro días, pues cinco días.

En lata de leche Gloria, arroz hervido con sal, mezclado con ají, me servían eso. Otro día estaba cerrado dentro del baño, desnudo, vendado. Yo no sabía en esos momentos si estaba de noche o de día. Había noches en que me colgaban como al perro de mis pies. Estaba colgado de las alturas. Luego pusieron a otro amigo mío, a Julián Cárdenas Pensando que era mi compinche, porque ustedes se parecen. Entonces, solamente mis oídos escuchan. Altas horas están matando a la gente a golpes. Entonces, digo yo mátenme de frente, no me hagan sufrir más. A veces me decían tú eres terrorista, animal, ¿por que tú diriges tanto a tu gente?, ¿cuál es la razón?, ¿por qué comandas a tu gente en Apurímac?

Ustedes están en contra de nosotros los militares y me hacían tragar dedos de personas muertas. Bueno, yo voy a comer, soy macho, soy hombre. Sí, así es. Mi sangre está también corriendo por mis hermanos. Por eso tengo pruebas Santos Casani. Ha escapado de Capaya, Roberto Quintana, escapó de Capaya calato. Luis Sarmiento Mena, también escapó, ahí muchos que dan prueba de todo esto. Hay mucha gente que también ha desaparecido, muchos de ellos, cuatro, cinco no han aparecido ya. Solamente escuchábamos noticias lejanas de todos ellos. Luego, me llegó el obispo y me sacó de la cárcel. Ahora sácate la venda, vas a ir conmigo. Nosotros hemos venido, tus padres, tus familiares, tus amigos.

Con el de la PIP, Plácido Damián, el obispo dijo -vayan avisar a su hermana, a su familia que vengan por acá, que traigan agua, leche, comida, que dorme, que coma- Recién me alegro, recién mi corazón florece otra vez después de haber sufrido tanto, volví a ver a mis amigos, a mis hermanos del mercado, mis hermanos campesinos. Entonces, dije la mala yerba, la mala yerba no muere así que le metan bala. Yo no he hecho ningún mal, mi único pecado es haber solamente dirigido, defendido a mi pueblo.

Después, veinte de julio me hacen pasar a la policía de investigaciones a revisión médica, luego a la cárcel. A las nueve de la mañana me encontré con mi humilde madre. Ella me dijo, todavía vives hijo mío, felizmente. Y entonces, dije, madre me trajiste como hombre aquí, yo me defiendo. Si muero, tendré que morir, que voy hacer.

Y llegando a la cárcel dijeron la Fiscalía, habían dicho que yo estaba enfermo en el hospital. Madre mía, así será la vida y entonces, le dijeron tú hijo está en Cuba, por eso está dirigiendo desde allí, tu hijo. Entonces, el otro padre Antonio dijo -a este tu hijo yo voy a recogerlo, porque no puede estar libre, corre peligro- Y el otro hijo mío estudiaba en el jirón Puno, ahí se vengaron. Lo han matado en el hospital, golpeado. El día que yo entré a la cárcel, por eso yo dije, a mi madre, a mi mujer en este momento ha muerto, así será pues la suerte, que le hacemos.

Yo también como mortal, moriré. Después, reconocí la Institución Sica, hermanos progresistas dijeron que no dejemos esto así, vamos a tramitar el entierro de ese hijo. Por lo menos ese hijo que sea sepultado como es debido, en el cementerio. Me han dado poco tiempo, para despedir a mi hijo, yo ya estaba muy mal. Al tercer día, voy al hospital allí, allí vino el doctor, el médico Eduardo Garrido, luego el otro médico Ramón Figueroa. Y otros médicos más dijeron que no podemos dejar esto así a este hombre. Inmediatamente que sea bien atendido. Allí en el hospital estuve durante cuatro meses, acompañado de dos policías. Muchas noches me amarraban hacia el catre, solo alguno de ellos policías me dejaban un poco más tranquilo, porque eran más humanos.

Pero, en cambio otros no permitían que nadie se me acerque. Sólo alguno de ellos dejaban que mis parientes pasaran a mi lado. Después de cuatro meses del hospital, vuelvo a la cárcel. Allí están muchos de mis hermanos. Ciento ochenta presos. De distintas provincias, Andahuaylas, Chalhuanca, Chincheros, también de Grau. Igualmente de Cotabambas, de todos esos lugares, nos encontramos. Compañeros no están solos, estamos todos no podemos abandonarnos sino nos matarán a todos.

Aquí estamos por una causa, allí me encuentro con Germán Altamirano, también con otros dirigentes. Y más adelante dicen, saldremos. Nuevamente me llevan al Cusco, para eso, yo había construido una casa campesina aquí en Abancay, después de ocho meses de haber sido juzgado por jueces sin rostro, fui absuelto, pero luego se apeló a Lima y entonces, estuve requisitoriado. Estuve en el Cusco juzgado, en Abancay partí en agosto del noventicinco. Allí mataron a mi madre. Mis enemigos. Y los jueces sin rostro me sentencian para doce años.

¿Estás conforme o no?, yo les dije, yo aunque sea pónganme cien años, no estoy tranquilo. Dios sabrá en qué momento he de irme. Apelé a la Suprema, y más bien me aumentaron de doce a quince años. En el Instituto Libertad, me cuentan con lágrimas que me aumentaron a quince años. Yo tengo fe doctor, tendré que llegar a Amnistía Internacional y así fue. Primera vez que yo salí con indulto, igualmente que la compañera Celestina Merino. Padre Huber Lancier y los demás, también estuvieron conmigo. Todavía ahora existen otros hermanos míos que están en las cárceles en distintos departamentos, que continúe los indultos, que haya Defensoría del Pueblo en Apurímac.

Que aquí lo que digamos seamos escuchados por autoridados, si es que hay reconciliación, si es que hay paz verdadera, tenemos que ser todos solidarios. No nos dejen solos, no nos dejen abandonados. Hay todavía más de cien personas requisitoriadas, todo eso merece atención y solución. Eso pido en esta audiencia pública a la prensa, a las comisiones, a ustedes, les pido en nombre de mis hermanos afectado departamento de Apurímac.

Sofía Macher: Por favor no aplaudan.

C.I.Degregori: Señor Plácido Damián hemos escuchado su historia de manera muy vívida como si usted la estuviera volviendo a revivir y es una historia que nos habla pues del heroísmo de muchos como ustedes, de muchos campesinos y campesinas dirigentes de organizaciones sociales que a lo largo de estos años tan duros, han sabido no rendirse. Usted lo ha repetido una y otra vez. No dejar, no rendirse y seguir luchando por sus derechos y su libertad.

Consideramos que es una historia que todo el Perú, debe saber y apreciar porque en ese tipo de heroísmo cívico que no necesita armas para ser heroico ¿no?, esta el futuro de nuestro país. Cuando reconozcamos la fuerza de personas ¿no?, en el campo, en la ciudad ¿no?, que se empeñan en mantener sus organizaciones, sus ideales, habremos mejorado mucho. En nombre de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, recogemos su testimonio, haremos todo lo que esté a nuestro alcance por responder a sus demandas y le reconocemos y agradecemos muchísimo por su participación. Gracias.


Fuente: Comisión de la Verdad y reconciliacion. http://www.cverdad.org.pe