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TIENES PULMONES PA' REGALAR

POR MARLENE A.
Agosto de 2005


Cuando me detuvieron, me golpearon tanto en la cabeza y en la espalda que, por un momento, sentí morir. Me dieron un golpe en la cabeza con la cacha de la pistola, haciendo brotar sangre sin parar, me tuvieron tendida en el suelo y sus botas pesadas sobre mi espalda. En la noche, cuando nos sacaban para torturarnos, era igual: golpes en la cabeza, oídos, espalda y demás partes dei cuerpo. Estuve varios días con fiebre antes que me trajeran al penal.

En el Penal de Máxima Seguridad, si bien ya no sufría las golpizas, ni torturas de cuando estuve en DINCOTE; pero fui sometida a un régimen totalmente infrahumano de reducción, aislamiento y aniquilamiento sistemático y sofisticado; era como retroceder a los años de la Santa Inquisición, que si no nos encadenaron a las rejas con bolas de hierro, es porque no los tenían.

Por cuarto tenía una celda fría de 2 por 2.5; dos camas tipo camarote, todo de cemento, donde teníamos que dormir dos, tres, hasta cuatro personas; un silo y lavadero juntos, dentro de la celda; respirando humedad las 24 horas del día, sin salir de la celda, sin poder ver el sol; además, que la luz del sol apenas se filtraba por las ventanas que también eran aberturas de cemento. Después de mucho insistir nos dieron media hora de patio, esto por varios años hasta el año 98, 23 horas y medias encerradas en las celdas. Yo llegué el 93, cinco años en esta misma condición, respirando agua día y noche.

Empecé a enfermar de dolores de cabeza, fuertes y constantes. Pero salir al tópico para que te vea el médico era una epopeya, casi nunca nos atendían a nosotras. Lo único que me recetaron fueron paliativos. Tuve que aprender a convivir con los dolores, Pues aquí nunca me los tratarían.

Un día, amanecí con la voz ronca, días sin poder hablar. Insistí para que me sacaran pero debía esperar un buen tiempo, habían otras compañeras que tenían problemas más graves que yo. Como decían (nuestros carceleros), sólo cuando estuviéramos a un paso de la muerte nos sacarían. Por eso dejaron morir de tuberculosis a Hilda Flores a quien la sacaron cuando vieron que vomitaba sangre, tenía un cuadro de hemoptisis.

Los problemas de salud se fueron agravando, casi todas teníamos problemas bronquiales, alérgicos y/o de huesos. A esto se suma la deficiente alimentación, más las restricciones que imponían a nuestras visitas: "No puede ingresar tanta comida, señora, si usted sólo tiene una hija".

La visita era sólo una vez al mes y nuestros familiares haciendo un esfuerzo sobrehumano, nos traían lo que podían para un mes y para compartirlo, pensando en todas , las que éramos. Mi madre enfermó gravemente y su situación económica empeoró, venía a visitarme muy de vez en cuando; por tanto, tenía por alimento lo que el INPE nos daba y lo que las compañeras que tenían visita compartían conmigo.

Pasando un corto tiempo, yo ya tenía faringitis, cada vez era más aguda y lo que parecía una simple gripe, devino en alergia. Cada vez que salía para que me viera el médico me daba lo mismo: anti-inflamatorios o antibióticos para 3 ó 4 días que, según ellos, era "mucho todavía".

Nunca un tratamiento completo, jamás un análisis, una prueba; les bastaba con hacernos abrir la boca y decir "no está tan irritado", "es algo leve", o si era un problema bronquial decían: "tienes pulmones para regalar". Me reubicaron entonces en el tercer piso, cosa que coincidió con una bajada notable en la alimentación, prácticamente comíamos sólo hidratos de carbono: papas y arroz; pero, frutas o alguna proteína, sólo cuando nos traían los familiares.

Los casos de tuberculosis empezaron a presentarse. A raíz de esto exigimos que nos sacaran placas a todas. Después de tanta insistencia lo hicieron pero entregaron los resultados sólo a las que consideraban "más graves". A mí nunca me llamó el doctor para darme los resultados. Mi problema de faringitis "leve" se agudizó. Cada vez que salía el médico sólo me daba paliativos que nunca me curaban, su política era: "mejor dos a medio curar que una bien curada" y "no hay medicina", pero tampoco dejaban que ingrese la medicina que traían nuestros familiares, ni con receta.

La voz la iba perdiendo y me agitaba demasiado, ni siquiera podía hablar. Pedí que me sacaran cultivo faríngeo y el resultado fue una fuerte infección. El doctor me recetó un antibiótico que no me hizo nada. Mis compañeras exigieron que el médico me volviera a ver.

Esta vez me auscultó. Le pregunté por la placa, pero no la había visto. AI revisarla encontró "una mancha sospechosa". Me pidió una nueva placa, pero aún teniendo una orden del hospital tenía que hacer una solicitud a la Junta Médica para ver si aprobaban mi salida o no.

Todo un trámite burocrático, mientras la enfermedad se agravaba.

Me habían tomado pruebas de BK que siempre salían negativas, por eso decían que no era TBC. El médico del hospital ordenó cultivo porque sospechaba que era TBC y así fue.

Como siempre, esperan que la enfermedad se agrave para moverse. Si no llegué al estado de las compañeras que me antecedieron fue porque ya había antecedentes y la presión de mis compañeras, de lo contrario hubiera corrido la misma suerte. ¿Por qué actuaron de esta manera?

Sólo hay una respuesta: plan de reducción, de aniquilamiento sistemático y sofisticado que aplican contra los prisioneros políticos.



Principio 24. "Se ofrecerá a toda pers6na detenida o presa un exámen médico apropiado con la menor dilación posible después de su ingreso en el lugar de detención o prisión. Y, posteriormente, esas personas recibirán atención y tratamiento cada vez que sea necesario. Esa atención y tratamiento serán gratuitos."

Principio para la protección de todas las personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión. 9 de diciembre de 1988 ( Naciones Unidas)




De la Revista "LA VOZ DE AFADEVIG", N° 3.

Fuente: Asociación de Familiares de Presos Políticos, Desaparecidos y Víctimas de Genocidio - PERU (www.afadevig.org)