Actualidad Informaciones de fondo Documentación Archivo Enlaces Contacto

NACIDO EN LA ADVERSIDAD

POR MARÍA ELENA PACHECO GARCÍA
Agosto de 2005

Soy prisionera política, recluida desde mayo de 1992, cuando contaba con 24 años de edad y 4 meses de embarazo. Un mes antes, mi esposo, junto a otro estudiante sanmarquino, fueron detenidos y asesinados con disparos en la cabeza, en un pueblo joven de Chorrillos, por la policía, delante de los pobladores.

Desde mi detención por la policía fui golpeada en la cabeza. Recibí patadas en el cuerpo. Me trasladaron a DINCOTE; allí, sin contemplar mi estado de gravidez, me tuvieron parada por más de tres días, con los ojos vendados, sin probar alimento alguno ni agua. Me golpearon en la cabeza, piernas y espalda, amenazaron con violarme, decían: "No habrá ningún problema, ya estás embarazada". Por todo nos golpeaban, cuando hacían sus relevos, era el saludo de entrada y de salida de los policías. Además de insultarnos, llamándonos a las mujeres: ¡prostitutas!.

Al llegar a Chorrillos nos maltrataron con golpes, insultos, mientras robaban nuestras pertenencias. Una vez instalada ahí transcurrieron los meses sin un adecuado control médico, pues la obstetra que me debía atender venía cada tres meses y si me veía, lo hacía de manera negligente, sin preocuparse por mi estado de salud, ya que sufro de epilepsia, lo que era un riesgo para mi hijo y para mí.

La alimentación era mala, sólo una comida al día, baja de proteínas no había posibilidad de recibirla de la familia, pues Fujimori, en su acción represiva, prohibió la visita de familiares y el ingreso de paquetes, e incluso prohibían a nuestros familiares que nos alcanzaran comida. Las compañeras con quienes vivía sólo contaban con una vestimenta y siendo invierno, cuando lavaban su ropa se quedaban en ropa interior y cubiertas por la única frazada que tenían.

No recibíamos la luz del sol, ya que no teníamos acceso al patio. Permanecíamos las 24 horas del día en la celda, de 2 por 2.5 metros, oscura, fría y húmeda, ya que el baño se encontraba ahí dentro. Además estábamos hacinadas, pues éramos 3 prisioneras por celda y, a veces llegábamos a seis.

Al llegar el tiempo de dar a luz empecé con los dolores de parto por la noche. Les mostré a los guardias las manchas de sangre, pero no querían evacuarme, aduciendo problemas de seguridad. Finalmente lo hicieron a regañadientes, presionados por las agitaciones de mis compañeras que demandaban mi inmediato traslado al hospital. Llegando a la maternidad de Lima me examinaron, tenía poca dilatación. Por mis antecedentes de epilepsia los médicos recomendaron internarme, pero los guardias hicieron caso omiso a tal pedido, incluso en actitud provocadora me decían: "por las puras hemos venido, avisa cuando ya estés por dar a luz".

Regresamos al penal. No pude dormir esa noche, los dolores se hacían cada vez más fuertes y continuos. A eso de las 6 de la mañana, pedí nuevamente que me evacuaran al hospital, cosa que hicieron recién a las 8. La situación y la actitud fue similar a la anterior, salvo que, esta vez, el Jefe del Servicio de Maternidad se impuso a los policías que le discutían que me dejaran salir del hospital. Él les advirtió: "si le pasa algo a esta paciente que sufre de epilepsia, ustedes serán los responsables".

No les quedó más que dejarme, pero en todo el trámite y proceso de internamiento me estuvieron sacando en cara que, por mi culpa, no podían jugar fútbol. Yo permanecía callada, pero por dentro sentía ira, así que no hice más que echarme a la cama. No pasaron más de tres cuartos de hora y sufrí un ataque de epilepsia. Las causas eran obviamente, la tensión y la indignación provocadas por la actitud de la policía. Por, esa razón mi hijo nació con un edema occipital derecho, pues con los movimientos violentos de mi cuerpo lo golpeé, Debido a ello, sólo pude tenerlo conmigo dos días y luego se le complicó con ictericia.

El 26 de noviembre, quince días después de mi parto, ingresaron al pabellón policías de las fuerzas especiales. Arrojaron gases paralizantes en bombas aerosol, que casi nos ahogan. Luego abrieron las celdas, y a puro golpe de vara, nos sacaron. Las compañeras que me cubrieron con su cuerpo resultaron duramente golpeadas, incluso a una de ellas le dieron de varazos en la cabeza, provocándole un traumatismo encéfalo craneano. Otras quedaron con hematomas en todo el cuerpo.

Nos tiraron boca abajo en el patio, nos pisotearon, nos insultaron y vejaron, tocaban nuestros glúteos con sus varas; nos golpeaban para que cantemos el himno nacional, tanto al ingresar al patio como a la salida del patio, teníamos que pasar "el callejón oscuro" formado por policías. Encima, ese fin de mes, nos suspendieron la visita para que nuestros familiares no nos vieran en ese estado.

No tuvieron ninguna consideración de mi estado, tampoco de otras chicas que se encontraban gestando; incluso, a una de ellas, la golpearon tanto que le ocasionaron un parto prematuro, con riesgo de su vida y la de su hijo, por lo que pasó 40 días hospitalizada.

Sólo se me permitió ver a mi hijo para amamantarlo una vez por semana; luego de reiteradas exigencias por parte de mi mamá. Lo peor de todo es que, al ingresar, a mi hijo lo revisaban, la desnudaban, le revisaban los pañales que llevaba puestos. Se imaginarán lo que significaba para el niño que se le tratará así.

Sólo pude ver a mi hijo cada tres meses en las fechas señaladas para visita de niños y niñas. AI comienzo querían que fuese por locutorio, A raíz de nuestras demandas logramos que esta visita fuera directa. Esto significaba ver a mi hijo solamente cuatro veces al año. Así, se rompía, se mellaba la relación madre - hijo.

Esto, sumado a las revisiones, generó en él un rechazo a los policías. Entraba llorando y gritando: "¡sáquenme de aquí!". Al salir de la visita tenía que irse con una policía, entonces se ponía a gritar en forma desesperada y se prendía de mi. Y afuera, si veía alguna casa enrejada, se negaba a entrar en ella.

Así hemos estado desde 1993 hasta 1995. Recién en 1996 se decretó la visita mensual de niños. No hubo muchas variaciones, pese a que se pidió que sea semanal. Sólo a partir de 1999 pudimos tener un mejor vínculo con nuestros niños al permitirse la visita semanal, todos los domingos.

Pero en todo este proceso he tenido que luchar par mantener el vínculo can mi hijo, pese a la adversidad de las condiciones carcelarias y gracias a mis abnegados padres que supieron y esforzaron por trasmitirle mi cariño. Este es el caso de muchos hijos y madres-que hemos pasado estos años recluidas en el pabellón "B" del Penal de Máxima Seguridad de Mujeres de Chorrillos.

"Los reclusos tendrán acceso a los servicios de salud de que dispone el país sin discriminación por su condición jurídica".

Art. 5 Inciso 9. Principios básicos para el tratamiento de los reclusos. 14 de diciembre de 1990 (Naciones Unidas)


En nuestro país no se respetan, un ejemplo está en el testimonio narrado.



De la Revista "LA VOZ DE AFADEVIG", N° 3.

Fuente: Asociación de Familiares de Presos Políticos, Desaparecidos y Víctimas de Genocidio - PERU (www.afadevig.org)