Jose Carlos Mariátegui      PERU KÄMPFT
UNA PUBLICACION DEL CIRCULO DE TRABAJO MARIATEGUI  EN ESPAÑOL Y ALEMAN
Peru kämpft
N° 8
El imperialismo norteamericano en su fase de recuperación transitoria

La contradicción entre revolución y contrarrevolución ha levado hoy a una situación, que está caracterizada por un repliegue político general dela revolución mundial y una recuperación transitoria del imperialismo. Este hecho no significa de ningún modo que la revolución ya no es la tendencia política y histórica principal en el mundo y que el imperialismo haya ganado definitivamente, sino sólo que el imperialismo actualmente se encuentra en la ofensiva, mientras la revolución está en la defensiva. La causa principal de este desarrollo es la pérdida del campo socialista por la restauración del capitalismo en los países que fueron socialistas. Este proceso empezó con la transformación paulatina, progresiva y encubierta de la sociedad socialista en una capitalista y terminó con la renuncia abierta el las ideas marxistas en la segunda mitad de los años ochenta y la caída del muro de Berlín en 1991. La consecuencia más grave para el campo de la revolución no era tanto de naturaleza material sino se manifestó más bien en la pérdida de influencia entre las amplias masas que a causa de la propaganda imperialista ya no ven el socialismo como una perspectiva para un futuro mejor. Este desarrollo se puede ver claramente a nivel mundial en las luchas de defensa contra la ofensiva imperialista. Prácticamente en ninguna parte se cuestiona el sistema social existente y se exige su abolición. El imperialismo ha sacado ventaja del debilitamiento del campo de la revolución para fortalecer mundialmente su posición y intensificar la explotación y opresión.

El papel dominante juega el imperialismo norteamericano porque a fines de los ochenta el derrumbe de la superpotencia URSS dejó libre el camino para los EE.UU. como superpotencia única hegemónica entre los países imperialistas.

Hasta el XX. Congreso del PCUS en 1956 la URSS socialista aún apoyaba las fuerzas proletarias en el mundo; sin embargo, en ese entonces la dirección revisionista del PCUS ha logrado restaurar el capitalismo en su país. La invasión a Checoslovaquia en 1969 marcó el punto en qué la en otra época socialista Unión Soviética se convirtió en una superpotencia socialimperialista. Entonces la China socialista quedó como base y centro de la revolución mundial.

En los años sesenta la posición de los EE.UU. como superpotencia hegemónica fue minada por la ofensiva del movimiento de liberación nacional, especialmente en Vietnam y Kampuchea. Al mismo tiempo marcó la Gran Revolución Cultural Proletaria bajo dirección del Presidente Mao el comienzo de la ofensiva estratégica de la revolución proletaria mundial y su punto más alto de desarrollo hasta hoy. La superpotencia EE.UU. se hizo evidente su carácter como tigre de papel imperialista, mostró claramente su debilidad y se encontró cada vez más en la defensiva estratégica.

Dentro de su ofensiva estratégica el proletariado internacional no es inmune contra retroceso. El repliegue de la revolución empezó en octubre de 1976, cuando después de la muerte del Presidente Mao los revisionistas chinos bajo la dirección de Teng usurparon el poder y llevaron adelante la restauración del capitalismo. Con ello la última base y el centro de la revolución proletaria mundial se perdió. Dentro de esta fase de repliegue el PCP quedó como único portaestandarte de la revolución mundial y, bajo la dirección del Presidente Gonzalo, quien viene aplicando y desarrollando el marxismo-leninismo-maoísmo concretando el pensamiento Gonzalo como pensamiento guía de la revolución peruana, comprobaron en la guerra popular en el Perú que el proletariado dispone de la estrategia superior.

La superpotencia imperialista EE.UU., desde 1960, a pesar de su posición hegemónica había perdido constantemente participaciones en el mercado mundial, principalmente a sus competidores imperialista principales Japón y Alemania. Así como estas potencias imperialistas ya antes tuvieron sueños de convertirse en superpotencias, hoy una vez más aspiran a desarrollar su fuerza militar para ganar fuerza política y militar y convertirse en superpotencias imperialistas. Alemania utiliza el proceso de unificación europeo, el Japón el desarrollo económico de la región del este asiático ( de las llamados tigres de Asia) para imponer lo que no habían logrado en dos guerras mundiales.

Dentro de la economía imperialista el sector energético ha devenido en estratégico. Una vez que la minería de carbón y el ferrocarril como medio de transporte se habían mostrado propensos a huelgas, los grandes capitalistas buscaron a solucionar el problema con la exploración de yacimientos de petróleo y la reestructuración de los sistemas de transporte, dando preferencia al transporte por carretera. El control del yacimientos de crudo en la región del Golfo Pérsico ha sido una de las causas principales de ambas guerra mundiales imperialistas, de las cuales los EE.UU. surgieron como única superpotencia dentro del campo imperialista.

Por tanto, el control de todo el mercado mundial de energía y, con ello del precio del petróleo desde 1970 era un instrumento importante de la política de los EE.UU. En contra de opiniones muy difundidos, los monopolios petroleros norteamericano encabezados por el Consorcio Rockefeller de Exxon, no están interesados en un precio bajo del petróleo sino buscan alcanzar el precio de crudo más alto posible en el mercado mundial. Precios de crudo altos aumentan la rentabilidad de la industria del petróleo, porque por un lado facilitan imponer precios de gasolina más altos, por otro lado compensan los altos costos de explotación de crudo en el territorio de los EE.UU., inclusive Alaska. En cambio, los consorcios de petróleo europeos como Shell, BP o DEA tienen que comprar la mayor parte del crudo por el - ahora mayor - precio en el mercado mundial, lo que perjudica su rentabilidad (taza de ganancia). Guerra provocadas en la región del Golfo (Israel - países árabes colindantes, Irán - Irak) en los años setenta y ochenta llevaron cada vez a alzas considerables del precio de crudo o, impidieron la caída de los precios de crudo en momentos de sobreproducción mundial. De este modo la provocación de guerras en la región del petróleo en el Golfo era un instrumento frecuente de la política imperialista del gobierno norteamericano al servicio de los monopolios petroleros de los EE.UU.

Sin embargo, en los años ochenta especialmente el Japón, Alemania y Francia con la racionalización del capital productivo lograron disminuir rápidamente su dependencia del crudo, desarrollando con ayuda de licencias norteamericanos industria nucleares propias y construyendo una serie de centrales nucleares.

Favorecidos por el descenso como superpotencia de la URSS, a partir de 1990, los imperialistas norteamericanos nuevamente en estaban en condiciones de utilizar su potencial militar para volver a establecer su posición hegemónica. Ejemplos eran las intervenciones en Irak, en Somalia y en Yugoslavia. Antes la confrontación de bloques con el Pacto de Varsovia había dificultado considerablemente y hasta impedido este tipo de intervenciones.

Entonces la ONU fue completamente sujeto al control de los EE.UU. como gendarme mundial, porque debido a su debilidad económica Rusia y China ya no podían hacer uso de su derecho al veto. En cambio los competidores principales de los imperialistas estadounidenses, el Japón y Alemania, fueron obligados al pago del costo de la guerra contra Irak. Este castigo, con el pretendía debilitar el Japón y Alemania, al mismo tiempo marcó el comienzo de una recuperación económica y política de la única superpotencia imperialista en 1990/91. De esta manera, los EE.UU. defendieron sus intereses hegemónicos como única superpotencia frente a estos competidores principales y demostraron su papel de gendarme mundial. A los demás imperialistas como Inglaterra y Francia, en cambio, se les permitió participar bajo la dirección de los EE.UU. en las acciones militares para defender sus intereses políticos y económicos en la región del Golfo.

El ataque a Irak fomentó a la industria militar y convirtió la guerra en un gigantesco acto de publicidad de los productores de armas estadounidenses. Paralelamente la oligarquía financiera norteamericana arruinó la bolsa de valores japonesa, poniendo masivamente en oferta acciones japonesas las que de este modo dentro de poco tiempo perdieron el 50% de su valor. Este negocio les resultó aún más fácil a Rockefeller y compañía porque, especulando con el alto curso del dólar en los años ochenta, habían hecho subir los precios en el mercado de acciones y inmobiliarias japonés, así que posteriormente con el curso de dólar bajo podrían realizar fácilmente su ganancia.

Al mismo tiempo, habían vendido a los capitalistas japoneses por precios completamente excesivos empresas norteamericanos no rentables, como el Centro Rockefeller en Nueva York. Tales ventas a capitalistas japoneses por medio de la guerra comercial psicológica se denunció como remate de los intereses norteamericanos para demostrar el llamada peligro japonés. En los años noventa, los capitalistas japonesas tuvieron que vender estas empresas con altas pérdidas. Además se devaluó considerablemente el dólar norteamericano, mientras se hizo subir con especulaciones y amenazas político-comerciales el yen japonés. Esta política monetaria ha causado enorme daño a los exportadores, especialmente japoneses, aparte de los alemanes y franceses. De esta manera los norteamericanos han podido reconquistar o ampliar su posición dominante en las nuevas tecnologías (telecomunicaciones, biogénetica etc.). La expresión monetaria de esta recuperación transitoria del imperialismo estadounidense es el índice Dow-Jones de las acciones norteamericanos que entre 1990 y 1996 subió en 2300 puntos a más de 5000.

Al mismo tiempo, los mercados de capital en las naciones oprimidas de Asia y Latinoamérica fueron inundados con capital de especulación norteamericano. Estos países se llama rimbombantemente "emerging markets".

De este modo los imperialistas estadounidenses han logrado ampliar su influencia económica y política decisivamente. Esto también se muestra en el Perú, donde el año después de la detención del Presidente Gonzalo el valor de las acciones en la Bolsa de Lima subió en aproximadamente 1000%. El crecimiento del curso de las acciones reflejan hasta cierto punto el reimpulso del capitalismo burocrático. Esta forma de capitalismo se sustenta en la base feudal y está ideológica, política, económica y militarmente supeditado al imperialismo. Es la única forma de capitalismo que puede existir en las naciones oprimidas, es decir también en el Perú. La condición previa para el reimpulso era la liberalización del mercado de capitales peruanos, es decir la entrega de los bienes que son producto del sudor del pueblo, como de la compañía telefónica, de las sociedades mineras o el seguro social a capitalistas particulares.

El endeudamiento gigantesco del gobierno estadounidense, que mientras tanto supera 5 billones de dólares demuestra que la recuperación económica del imperialismo no será duradera. Este déficit fiscal se financia con la emisión de empréstitos del Estado con diferentes plazos de vencimiento - hasta de 30 años -, que prácticamente no se reembolsa sino se prorroga y se aplaza cada vez más con emisiones nuevas.

Esta recuperación transitoria del imperialismo - especialmente del imperialismo norteamericano, se logró a costa de la destrucción de los mercados locales y regionales en las naciones oprimidas, la destrucción de las industrias nacionales y de la agricultura de autosustento que conlleva la destrucción del poder adquisitivo ya ahora sumamente baja. Por eso el Banco Mundial y el otras organizaciones internacionales se ven obligados a tomar crecientemente (y sin éxito) medidas contra la pobreza.

Una gran parte de las industrias productivas, especialmente de los sectores que necesitan mucha mano de obra, los imperialistas las trasladan a los llamados países de salarios bajos, donde la industria nacional de las naciones oprimidas tiene que competir directamente con el imperialismo y es desplazada por las inversiones imperialistas. La consecuencia es el desarrollo de luchas sociales de defensa tanto en los mismos países imperialistas como en las naciones oprimidas.

Una vez más la lucha de clases está a la orden del día: por un lado la clase obrera en defensa de sus derechos sociales y por el otro lado la clase explotadora que pretende mantener y aumentar sus ganancias.