Jose Carlos Mariátegui      PERU KÄMPFT
UNA PUBLICACION DEL CIRCULO DE TRABAJO MARIATEGUI  EN ESPAÑOL Y ALEMAN
Peru kämpft
N° 7
MUJERES EN LA REVOLUCIÓN PERUANA

Cuando en setiembre de 1992 fue detenido el Presidente Gonzalo, cuatro de sus cinco acompañantes eran mujeres. Igualmente el grupo de militantes que había sido convocado para el segundo llamamiento público para un Acuerdo de Paz, en noviembre de 1993, era conformado en su mayoría por mujeres. Y si se puede creer a los medios de información del Perú, el Comité Central del PCP, establecido en su I Congreso del año 1988, también estaba integrado en su mayor parte por mujeres. Estos son sólo algunos ejemplos de la presencia evidente de mujeres en la dirección de la revolución peruana. Los llamados "senderólogos", autodenominados especialistas en asuntos de "Sendero Luminoso", como llaman al PCP, desde el comienzo de la guerra popular han hecho sus especulaciones sobre la participación masiva de mujeres en la lucha armada. Entre otras cosas sostenían que se debía a que las mujeres veían en el Presidente Gonzalo una figura paternal idealizada o, trataron de comprobar que se trataba de meras relaciones familiares y que el Partido era conformado por "clanes" que enteramente se dedicaban a la lucha armada. Todos estos planteamientos ponen en evidencia el punto de vista reaccionario de esta gente que sólo les permite ver a las mujeres como apéndices de los hombres, como seres incapaces de tener pensamiento racional, que actúan motivadas por sus sentimientos y se dejan utilizar para luchar por los intereses de los hombres. En realidad, las mujeres peruanas se incorporan a la revolución porque cada vez más se dan cuenta que el PCP es el único Partido que coge y lleva a la práctica su justa reivindicación de emancipación.

¿Cuál es la posición del PCP sobre el problema de la mujer?

La línea política del PCP se basa en la ideología del proletariado, el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento gonzalo, que sostiene que sin la participación masiva de las mujeres no es posible la revolución proletaria. Desde sus inicios, el marxismo relacionaba la lucha de las mujeres con la lucha de clases. El Presidente Mao resume esta posición cuando dice: "La emancipación de las mujeres es parte de la emancipación del proletariado". Pero también deja fuera de dudas que la emancipación de las mujeres tiene que ser conquistado por las mujeres mismas: "Las mujeres son la mitad del cielo y la tienen que conquistar".

Analizando el proceso histórico, Engels llega a la tesis fundamental que la ubicación de la mujer en la sociedad depende de las relaciones de propiedad de los medios de producción, la forma como se ejerce el derecho de propiedad y las relaciones de producción que de ahí derivan. Define que el giro decisivo y la gran derrota histórica de la mujer se dio, cuando milenios atrás fueron abolidos la filiación materna y el derecho hereditario materno y sustituidos por la filiación masculina y el derecho hereditario paterno. Las consecuencias para la mujer fueron la pérdida de su posición de cabeza de familia, la del derecho de propiedad y de participación en la vida pública y el sometimiento económico, político e ideológico al hombre. Como a partir de ahí, la paternidad de los hijos tenía que ser claramente establecida, el matrimonio por grupos con filiación materna fue reemplazado por el matrimonio sindiásmico de filiación paterna (encabezado por el hombre que tenía varias mujeres), para luego ser sustituido por la familia monogámica. Al mismo tiempo, la propiedad comunitaria de los medios de producción en la sociedad comunista primitiva se convirtió en la propiedad privada de los medios de producción, abriendo paso a la explotación del hombre por el hombre y, se formaron los primeros estados para imponer con violencia organizada los intereses de los opresores contra los oprimidos. De esta manera, Engels establece una ligazón íntima entre la propiedad privada, la familia y el Estado. Define claramente que la base material de la opresión de la mujer es la propiedad privada de los medios de producción y no la división de trabajo, como muchas veces sostienen supuestos revolucionarios y autotitulados marxistas en tergiversación de las tesis de Engels.

Como justificación ideológica de la opresión en general y de las mujeres en particular, hace siglos se utiliza la tesis de la supuesta "naturaleza humana", cuyo complemento es la llamada "naturaleza femenina". En especial, la religión siempre jugó un papel nefasto en su propagandización. El marxismo, en cambio, sustenta que todos los seres humanos, tanto hombres como mujeres, son producto de la sociedad y combate resueltamente la tesis de la "naturaleza femenina".

La emancipación de la mujer sólo se puede realizar con la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, lo que llevará primero a la desaparición de la familia monogámica de corte burgués y, finalmente, a la del estado, porque ambos ya no cumplen ninguna función social. Así, los intereses objetivos de las mujeres son idénticos con los del proletariado. El marxismo defiende la reivindicación de la emancipación de la mujer y combate la tesis de la liberación femenina, que es producto del feminismo burgués y pequeñoburgués y lleva a la contraposición de hombres y mujeres, ocultando las verdaderas causas de la opresión de la mujer. La emancipación de la mujer no puede ser lograda a través de la ruptura con la llamada "sociedad masculina", sino sólo a través de la ruptura con la sociedad explotadora en su conjunto.

La situación de la mujer en la sociedad peruana

Partiendo del marxismo, el PCP analiza la situación de la mujer en la sociedad peruana. Mariátegui, el fundador del PCP, prestó especial atención a la lucha de las mujeres y estableció los fundamentos de la línea específica del Partido. Para determinar la situación de la mujer, parte del carácter general de la sociedad peruana, definiéndola como semifeudal y semicolonial. Las características esenciales de esta sociedad son el atraso y el sometimiento por causa de la feudalidad, del imperialismo y del capitalismo burocrático. La base de la sociedad del Perú la forma la semifeudalidad en el campo, caracterizada económicamente por grandes latifundios particulares y estatales, que se sustentan en la servidumbre y el trabajo gratuito y producen principalmente para la exportación; por otro lado, minifundios que son trabajados por los campesinos pobres con medios muy rudimentarios, cuyos productos sirven principalmente al autosustento y, a lo mucho, llegan al mercado local, los que muchas veces carecen de respaldo legal por falta de un título de propiedad. Sobre esta base económica se levanta el poder político de los terratenientes. En las ciudades, se ha desarrollado un capitalismo, que se apoya en la feudalidad y está sometido completamente a las necesidades del capital imperialista; es un capitalismo decrépito, enfermo, el llamado capitalismo burocrático, que sólo puede desarrollar las ramas de producción que sirven al imperialismo, lo que implica que se basa en la explotación de las materias primas baratas y mantiene al país en el completo sometimiento económico, político, ideológico y militar. El Estado es una dictadura de la gran burguesía y de los terratenientes, quienes son los únicos que sacan provecho de las relaciones de explotación existentes y, por tanto, tratan por todos los medios a su alcance de mantenerlas. El fundamento social de esta sociedad es la familia, que cumple tareas sociales que en los países imperialistas asume toda la sociedad, como asegurar la existencia de sus miembros en caso de enfermedad, desocupación, edad o calamidades imprevistas y el financiamiento de la educación de los niños y jóvenes. En las clases dominantes, la familia también sirve para mantener la concentración del poder en manos de un número relativamente pequeño de familias influyentes, que reparten las posiciones importantes en la economía, la política y las fuerzas armadas entre sus integrantes y afines.

El papel de la mujer en la sociedad se determina sobre todo por su función en la familia, que la destina a ser madre, transmisora de valores morales tradicionales a los hijos y al trabajo doméstico. De esta manera, la mujer en su papel tradicional cumple funciones importantes en el mantenimiento del viejo sistema. Las mujeres buscan "casarse bien" y su educación está sujeta a este fin. Para las mujeres de las clases dominantes el estudio en buenos colegios y universidades es lo normal porque sirve para mejorar su valor como objeto de representación y lujo en el mercado matrimonial. Por el mismo motivo, muchas veces las mujeres de la clase media, de la pequeña burguesía urbana, aspiran a una buena preparación profesional. Aparte, hoy en día, a las mujeres de la clase alta y media se les abre la posibilidad de una carrera profesional, porque en el Perú, es práctica conocida que el reparto de puestos se hace en base a la confiabilidad política y, dentro de estos criterios, no tiene mayor importancia si se trata de hombres o mujeres. Por esta razón, ya no es raro, encontrar mujeres en posiciones importantes del campo económico y político.

En cambio, las mujeres de las clases populares generalmente reciben una educación que las prepara para el trabajo doméstico, apuntando a que puedan aportar al sustento de la familia, facilitando al hombre la carga que tiene como jefe de familia. El empleo se entiende como un periódo de transición entre colegio y matrimonio, aunque muchas mujeres también después de casarse siguen trabajando fuera de la casa para complementar el sueldo mísero de los hombres. El caso típico es el de la chica del campo, que antes del matrimonio trabaja como empleada doméstica por cama y comida y a veces, una propina, para después aportar al ingreso familiar como vendedora ambulante o limpiando casas. Igual a los países imperialistas, el empleo de la mujer permite bajar los salarios de los obreros y trabajadores en general, porque los capitalistas pagan al obrero sólo el mínimo indispensable para reproducir su fuerza de trabajo y asegurar la subsistencia de su familia. El trabajo asalariado de la mujer y su aporte al ingreso familiar permite recortar los salarios en general, facilitado por el hecho de que la incorporación de la mujer al proceso productivo agudiza la competencia en el mercado de trabajo. En el Perú, durante la crisis económica prolongada de los últimos años, los salarios han bajado constantemente y el salario promedio de un obrero está muy por debajo del ingreso mínimo de subsistencia. La situación de la clase media es parecida. Hoy, ninguna familia del pueblo puede sobrevivir con un sólo sueldo. Lo normal es que no sólo el padre y la madre sino también los hijos aporten al ingreso familiar. Por la misma razón, subsisten los lazos familiares estrechos tanto en el campo como en la ciudad, porque sirven de respaldo social necesario. Así, la incorporación de las mujeres al proceso productivo sólo en casos excepcionales las lleva a la independencia económica del esposo o de los padres.

La situación de las mujeres en el campo está determinada aún más por la ligazón familiar. Las niñas, desde muy corta edad, asumen tareas en la casa y la chacra para, después de casarse generalmente muy jóvenes, seguir con los mismos deberes en la propiedad de su esposo. Muy pocas mujeres procedentes de familias pobres, que son la gran mayoría, tienen más que la educación primaria; muchas veces, hablan muy poco castellano y conforman el grupo social de la más alta tasa de analfabetismo. Sus responsabilidades son claramente definidas; sus deberes incluyen, aparte del trabajo de casa y la atención de los hijos, el cuidado del ganado y la venta de unos pocos productos agrícolas en el mercado local; además ayudan a los hombres en la chacra. En el caso normal, las mujeres tienen muchos hijos que son considerados como mano de obra barata, y las mujeres pasan su juventud de embarazo en embarazo. La representación de la familia en la vida pública corresponde al hombre. Sin embargo, los carriles tradicionales de la vida en el campo crecientemente sufren una ruptura, porque la tierra ya no puede sostener a todos los descendientes, lo que obliga a los hombres a ausentarse temporalmente de la granja para trabajar en las minas y haciendas o, toda la familia abandona el campo, tratando de ganarse la vida en la ciudad. Pero también es cada vez más frecuente que las muchachas dejan su familia muy jóvenes, buscándose trabajo como empleadas domésticas en la ciudad, lo que en cierto modo es considerado un privilegio, porque así tienen la oportunidad de aprender el español y, si tienen suerte, pueden concluir el colegio. Muchas de ellas se casan en la ciudad y pasan a poblar con su familia las barriadas, que hoy rodean a todas las grandes urbes.

Estas circunstancias materiales, son acompañadas por una marcada moral patriarcal doble, que considera a la mujer objeto de uso del hombre: como objeto sexual, madre y empleada doméstica. Aún si la mujer tiene un empleo, en la vida particular su campo de acción se reduce a la casa y a la esfera familiar y se espera fidelidad matrimonial estricta de ella, mientras el hombre se siente con derecho a la piratería sexual. En consecuencia, prostitución y madres solteras son cosa frecuente. Esta moral corresponde a la mentalidad feudal que aún predomina. Las ideas burguesas liberales que en otras partes con los ideales de igualdad y libertad inspiraron las primera luchas femeninas, igual a la revolución democrático-burguesa, no se han podido imponer en el Perú.

Por otro lado, se debe ver que en los países imperialistas, donde sí hubo revolución burguesa, el estado ha dado a las mujeres formalmente el derecho de igualdad, pero ha sido incapaz de hacerlo realidad. La incorporación de las mujeres en el proceso productivo no es suficiente para garantizar la emancipación de la mujer. Sólo es el punto de partida de la lucha por la emancipación. Si hoy hay pseudomarxistas que piensan que el problema de la mujer se puede solucionar dándoles condiciones iguales para la incorporación al proceso productivo, sólo sirve para ocultar la verdadera causa de la opresión femenina, la propiedad privada de los medios de producción. La emancipación de la mujer únicamente puede lograrse con la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y, el único sistema social que lo puede realizar es el socialismo. Por tanto, en el Perú, una revolución democrático-burguesa, aún si históricamente fuera posible todavía, no podría lograr la emancipación de la mujer. Sólo es posible realizarla desarrollando la revolución democrática de nuevo tipo, como hoy la dirige el PCP, y su continuación ininterrumpida con la revolución socialista.

La incorporación de la mujer a la lucha revolucionaria

En la historia peruana hay una serie de figuras femeninas extraordinarias que dieron importantes aportes a la literatura, al arte y a la política del país. Sólo sea recordada Micaela Bastidas que, a fines del siglo 18, al lado de su esposo Túpac Amáru dirigió uno de los levantamientos campesinos más grandes de la historia peruana. En el siglo 19, bajo la influencia de las ideas burguesas liberales, surgieron las primeras mujeres en la literatura y exigieron acceso a los estudios para las mujeres. Hasta entonces sólo existían colegios femeninos, dirigidos por monjas, cuyo curriculum era reducido a un mínimo, apuntando a prepararlas para su futuro papel de ama de casa y madre. El acceso a estas instituciones privadas sólo era posible para las clases privilegiadas. De acuerdo a la mentalidad feudal, el trabajo femenino era considerado como indecoroso y decaimiento social. Como resultado de las luchas por el derecho a la educación, en 1908, se autorizó por primera vez el ingreso de las mujeres a la universidad. Pero recién en 1928 se fundó el primer colegio estatal de mujeres en Lima. En este entonces, la gran mayoría de las estudiantes siguieron la carrera de educación. Desde la II Guerra Mundial se encuentran mujeres en todas las carreras profesionales y, ya hace tiempo, el estudio universitario no es privilegio de las clases dominantes, aunque por el alto costo sus puertas siguen cerradas a las capas pobres. Hoy, el derecho a la educación ya no es problema del sexo sino de los medios económicos necesarios.

El cambio más profundo de la situación de la mujer se dio con su incorporación a la producción industrial. El surgimiento del capitalismo burocrático a fines del siglo 19 conllevó la implementación de máquinas y posibilitó la creciente integración de las mujeres al proceso productivo. Así se creó la base material para la politización de las mujeres, que se expresó en su participación en sindicatos y luchas obreras. Las mujeres tomaron parte activa en las luchas por mejoras salariales, mejores condiciones de trabajo y la jornada de ocho horas y organizaron acciones de protesta contra la pobreza y la carestía de vida. Con la participación en la lucha de clases y la correspondiente politización, en especial con la adhesión a la ideología proletaria, finalmente a las mujeres se les abrió el camino a su emancipación definitiva.

Mariátegui analizó el movimiento femenino de su tiempo y llegó a la conclusión que, por su carácter de clase, se podía diferenciar 3 tendencias fundamentales: el feminismo burgués, el feminismo pequeñoburgués y el feminismo proletario. Esta conclusión la resumió de la siguiente manera: "Las mujeres como los hombres, son reaccionarios, centristas o revolucionarios. No pueden, por consiguiente, combatir juntos la misma batalla. En el actual panorama humano, la clase diferencia más a los individuos que el sexo." Además sostuvo que un movimiento femenino verdaderamente revolucionario necesariamente tenía que basarse en el proletariado, lo que significa en la ideología proletaria. Vio que la incorporación de la mujer al proceso productivo era una condición importante para su concientización política e hizo un llamado a los comunistas a prestar especial atención al trabajo entre las mujeres en las universidades y sindicatos. El objetivo de este trabajo era la politización de las mujeres, incorporándolas a la lucha de clases y, la elevación de su nivel ideológico-político con la formación en la ideología del proletariado, así como la organización de las mujeres en sindicatos y en el Partido Comunista, donde previó la creación de secretariados femeninos.

Cuando en los años sesenta y setenta el Presidente Gonzalo, encabezando la fracción roja, emprendió la reconstitución del Partido como Partido de nuevo tipo, marxista-leninista-maoísta, volvió a coger las tesis de Mariátegui sobre el problema femenino y las desarrolló. El resultado fue la fundación del "Movimiento Femenino Popular" como organismo generado del PCP para la lucha por los intereses específicos de las mujeres. La organización acordó una declaración de principios y un programa. Ahí deslinda con todo tipo de feminismo burgués y destaca que "la lucha de las mujeres peruanas es parte de las luchas del pueblo explotado y oprimido y sus enemigos son los mismos". Establece sus tareas como la lucha por las reivindicaciones específicas de las mujeres, su movilización, politización y organización sobre la base del pensamiento de Mariátegui, asímismo la participación de las mujeres en todas las formas de organización del proletariado y en las luchas populares en general. De la aplicación de esta línea específica en el trabajo de masas surgió un gran número de mujeres comunistas que tomaron su lugar al lado del pueblo combatiente. Con la convicción de que sólo la destrucción de la sociedad explotadora y la construcción de una nueva sociedad puede hacer realidad la emancipación de los oprimidos, rompieron con el papel tradicional de la mujer y participaron activamente en los largos años de lucha contra el revisionismo para preparar al PCP para el inicio de la lucha armada. Un gran ejemplo es la camarada Norah, miembro fundador de la fracción roja y luchadora implacable contra el revisionismo quien, hasta su muerte a fines de los años ochenta, era como miembro sobresaliente de la Dirección Central del Partido.

Con el inicio de la Guerra Popular, también la lucha de las mujeres tomó otra dimensión: se elevó a una lucha para emanciparse con las armas en la mano. Cuando las primeras unidades guerrilleras marcharon al campo, había en ellas muchas mujeres quienes terminaron con el prejuicio que la guerra era cosa de hombres, participando desde el comienzo en iguales condiciones en las acciones armadas. Demostraron su capacidad de enfrentar la vida dura de la guerrilla y su alto valor y belicosidad y muchas de ellas entregaron su vida a la revolución. Muchas veces comprobaron en la práctica su capacidad de dirigentes y asumieron el mando de sus unidades. Mientras al comienzo de la guerra popular, la mayoría de las mujeres en la revolución eran de extracción pequeñoburguesa, muy pronto eso cambió. En especial desde 1982, cuando se formaron los primeros Comités Populares como forma específica del Estado de Nueva Democracia en el campo, el campesinado se integró crecientemente a la revolución, lo que también significó la incorporación masiva de mujeres campesinas a la guerra popular, porque una de las particularidades de la revolución peruana es que en los Comités Populares toda la población está organizada militarmente en la fuerza de base. Bajo el Nuevo Poder tanto hombres como mujeres tienen derecho a intervenir en las decisiones del Comité Popular. Aparte se están formando organismos generados que representan las reivindicaciones e intereses específicas de las mujeres y las imponen. Una tarea permanente es la reeducación de las masas, o sea también de las mujeres, dándoles formación ideológica y política. Además, los niños en los Comités Populares sin diferencia de sexo reciben una nueva educación democrática que desarrolla su conciencia política desde pequeños. El resultado es una politización generalizada y el surgimiento de muchas mujeres con un espíritu revolucionario altamente desarrollado.

También en las ciudades se muestra una participación activa de las mujeres en la lucha de clases. Han entendido que recortes de salario y despidos de sus esposos atañen su propia existencia y apoyan activamente las luchas obreras. En las luchas barriales por la defensa de la parcela o por agua, desagüe o luz eléctrica es frecuente ver mujeres en primera fila. El PCP coge estas justas reivindicaciones y crea organismos generados del Partido para encabezar estas luchas. Los obreros y obreras clasistas están organizados en el MOTC ("Movimiento de Obreros y Trabajadores Clasistas"), la parte más avanzada de los pobladores en las barriadas conforma el MCB ("Movimiento Clasista Barrial"). El año 1990, en algunas barriadas se desarrollaron los "Comités de Lucha Popular". Ellos fueron formados en lugares donde la mayoría de la población apoyaba a la revolución y constituyen una forma germinal del Nuevo Poder en la ciudad. Su tarea principal es la dirección de la lucha reivindicativa de los obreros y de las masas pobres en general, aparte organizan otras actividades conjuntas y solucionan problemas concretos de la población. Ahí también las mujeres participan con los mismos derechos y deberes que los hombres en las decisiones colectivas y en las luchas. Además en muchas barriadas las mujeres han formado organismos de supervivencia colectiva. Estas organizaciones, como los "Comedores Populares" o el "Comité del Vaso de Leche" han sido fundadas inicialmente por los partidos revisionistas con fines electoreros. Hoy, en muchos lugares, mujeres clasistas han asumido la dirección, quienes ya no reciben humildemente y agradecidas lo que el Estado les da voluntariamente, sino que le exigen que les dén, porque saben que es el pueblo quien con su trabajo crea toda la riqueza de la sociedad y, por tanto, también le debe pertenecer los frutos. Estas luchas populares sirven a la politización y organización de las mujeres.

La lucha reivindicativa tendrá creciente importancia en la nueva etapa del Partido, que ha sido abierta con el llamamiento del Presidente Gonzalo a luchar por un Acuerdo de Paz. El término de la guerra popular también implica centrar en la lucha política. Ya en el III Pleno del Comité Central en julio del 92, el PCP vio la necesidad de impulsar la lucha por las necesidades elementales del pueblo y ponerse a su cabeza para, de esta manera, ganarse a las masas en las ciudades y construir el frente único. En la fundamentación política de la Nueva Gran Estrategia del PCP, el Presidente Gonzalo se reafirma en este acuerdo y, en setiembre del 94, pide explícitamente la reconstitución del "Movimiento Femenino Popular". Hay indicios que el Partido ha cogido esta directiva y está poniéndola en práctica. Según informaciones de la prensa peruana, en los últimos tiempos, se nota una marcada actividad del PCP en las fábricas y las barriadas y se está creando nuevas organizaciones para la lucha reivindicativa. Estas actividades, necesariamente llevarán a una mayor integración de las mujeres de la ciudad al movimiento revolucionario y, así la "mitad del cielo" dará un paso decisivo para su politización y organización.

Los principios y estructuras orgánicas del PCP favorecen la participación igualitaria de sus miembros. Privilegios sólo hay para enfermos, heridos e impedidos, todos los demás tienen los mismos derechos y deberes; esta norma se aplica flexiblemente. En aplicación de la gran tesis del Presidente Mao que la política manda todo, la ubicación dentro de la jerarquía de los integrantes de Partido, ejército y organismos generados del PCP se define únicamente por el nivel ideológico y político y no, como en la sociedad burguesa, por las buenas relaciones con la clase dominante o calificaciones específicas. A nadie se excluye de antemano de una tarea sólo porque no posee los conocimientos específicos necesarios, porque se parte de que las tareas se cumplen, aplicando una línea política correcta y apoyándose en las masas. De esta manera, las mujeres no pueden ser limitadas a tareas tradicionalmente femeninas, como generalmente ocurre en los partidos burgueses y revisionistas, donde solo excepcionalmente mujeres llegan a ser dirigentes.

Por otro lado, no se puede pasar por alto, que la transformación ideológica es un proceso prolongado, y también hay revolucionarios que consideran que el cuidado de los hijos y el trabajo doméstico es responsabilidad de las mujeres, porque tanto para los hombres como para las mujeres la ruptura con el papel tradicional de la mujer no es fácil. En mucha gente persiste el prejuicio que la política es cosa de hombres, haciéndole sentir a las mujeres que les falta la preparación de entenderla. El argumento frecuente para frenar el avance político de las mujeres es que alguien tiene que dedicarse a los hijos y se sobreentiende que sea la madre. Así, a las mujeres les cuesta romper con las ataduras con la vieja sociedad. El trasfondo es la persistencia de la mentalidad feudal-imperialista que se expresa en individualismo y egoísmo. Porque mientras el trabajo doméstico y el cuidado de los niños no están organizados colectivamente, forzadamente los hombres tendrán que asumir una parte de estas tareas, si las mujeres se dedican al trabajo político. Las viejas costumbres pesan, pero a medida que la revolución avanza, va a destruir tanto la base material para la opresión de la mujer como la ideología feudal-imperialista que la sustenta.