CUESTIONES DEL MARXISMO-LENINISMO-MAOISMO:
¿NINGÚN COMPROMISO?
En setiembre 1993 el Presidente Gonzalo, jefe del Partido Comunista del Perú, hizo un llamado a luchar por un acuerdo de paz con el gobierno peruano y de crear las condiciones para un II Congreso del Partido. En posteriores documentos sostiene que el acuerdo de paz es un paso necesario para poder mantener los logros de la revolución y desarrollarla.
De hecho, en la historia de la revolución proletaria mundial los compromisos con el adversario han jugado un papel importante. Lenin decía que era ingenuo pensar que la revolución podría desarrollarse como un movimiento ascendente, ininterrumpido, sin dar jamás un paso atrás. El camino zigzagueante de la revolución está condicionado por la acción de la contrarrevolución, que se opone constantemente a su avance y la hace retroceder. Los verdaderos revolucionarios son aquellos que no cierran los ojos ante las dificultades en el camino y, a pesar de ellas, no pierden de vista su meta.
Nos parece útil examinar cómo los grandes dirigentes comunistas han aplicado la política de los compromisos, usándolos para el desarrollo de la revolución. No se trata de hacer comparaciones mecanicistas entre situaciones históricas y las actuales condiciones en el Perú, sino nos es importante hacer entender que un compromiso no es equivalente a capitulación o traición, como lo sostiene el ala ultraizquierdista y pequeñoburguesa del movimiento comunista desde siempre. Al contrario, un compromiso puede servir a la revolución y al pueblo, si se basa en un análisis correcto de la situación, siendo muchas veces el único medio para desarrollar o evitar una derrota.
EL ACUERDO DE PAZ DE CHUNGCHING
Un ejemplo muy aleccionador de compromiso con el enemigo, a lo cual el Presidente Gonzalo ha hecho referencia en diferentes oportunidades, es el acuerdo de paz de Chungching entre el Partido Comunista de China (PCCH) y el reaccionario gobierno del Kuomintang del año 1945. Se llegó a él, en base del análisis correcto de las condiciones políticas, poco antes del término de la guerra antijaponesa, lo que se refleja en los acuerdos del VII Congreso del PCCH de abril 1945. En aquel momento, las tropas aliadas en Europa ya habían arrollado al enemigo y el ataque a Berlín había empezado, así que la derrota del ejército hitleriano sólo era cuestión de días. Esa situación necesariamente tenía que repercutir en la guerra antijaponesa de China. Allí la política del frente único antijaponés había dado sus frutos en el desarrollo exitoso de la guerra de resistencia, grandes territorios ya estaban liberados y los agresores japoneses, debilitados.
Así, el VII Congreso se centró en la cuestión de cómo continuar la revolución después de la victoria sobre los japoneses. En más de 8 años de guerra de resistencia, el PCCH había logrado conquistar bases de apoyo en todo el país y de construir un poderoso ejército; su influencia sobre el pueblo era grande, pero aún no estaba en condiciones para derrumbar al gobierno reaccionario de Chiang Kai-chek definitivamente. Además, era de prever que éste estaba tramando una guerra civil de amplia escala, después de la derrota de los japoneses, para aplastar al pueblo revolucionario. El problema era ganar las fuerzas unidas en el frente único antijaponés para la revolución. Entonces el Presidente Mao propuso la política de paz, democracia y unidad, cuya aplicación debería llevar al fin de la dictadura unipartidista del Kuomintang y a la formación de un gobierno de coalición de todos los partidos democráticos y personalidades sin partido. Como base de unidad, presentó un programa que garantizase la construcción pacífica del país. Cogiendo las reivindicaciones del fundador del Kuomintang, Sun Yat-sen, consideraba los intereses de todas las fuerzas antifeudales y antiimperialistas y era idéntico con el programa de la revolución democrática del PCCH. De ahí derivó un programa concreto que planteó como puntos esenciales elecciones libres, la unificación del territorio manteniendo la administración autónoma local y la unificación de las fuerzas armadas de comunistas y Kuomintang, en un ejército nacional del pueblo bajo la dirección del gobierno de coalición.
Los siguientes acontecimientos confirmaron las previsiones del Presidente Mao. En Europa, la II Guerra Mundial llegó a su fin con la capitulación de los alemanes en mayo de 1945; poco después, en julio de 1945, la Conferencia de Potsdam de las potencias vencedoras hizo un llamado de capitulación incondicional al Japón; el 8 de agosto, la Unión soviética entró en la guerra en el lejano oriente y, dos días después, Mongolia le siguió, asumiendo, en conjunto, la lucha contra los japonesas en el noreste de China, dónde infligieron una derrota decisiva a la reserva estratégica general de las tropas japoneses, el Ejército de Kuantung. Simultáneamente, el 6 y 9 de agosto cayeron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. El 10 de agosto, finalmente, el gobierno japonés mandó una oferta de capitulación a los aliados. El gobierno chino se sintió llamado a recibir él solo la capitulación de los japoneses en China, negando este derecho a los representantes de las zonas liberadas y su ejército, bajo dirección del PCCH, aunque la carga y el mérito principales de la victoria correspondía a ellos, mientras Chiang Kai-chek con sus tropas se había retirado a las montañas. Después de la victoria negó toda legalidad a los comunistas y sus fuerzas armadas, declarándolos enemigos del pueblo. En vez de pugnar por el desarme y así poner en práctica la rendición de las tropas japonesas, ordenó el cese de las acciones contra el Japón e intensificó sus ataques a las zonas liberadas. Con este propósito, en algunos casos, se unió con las tropas japonesas, política que propagó como "llegar a la meta por el desvío". Así el país se vio amenazado por una guerra civil.
En cambio, el PCCH dio la directiva a sus tropas de avanzar, ocupar todo el territorio posible y obligar a los japoneses a entregar sus armas. Al mismo tiempo, mantuvo su oferta de formar un gobierno de coalición y respondió a los ataques del Kuomintang con una guerra de defensa propia.
De esta manera, la situación política de Chiang Kai-chek se complicó. Se vio enfrentado con la resistencia del pueblo en las zonas liberadas y una opinión pública nacional e internacional adversa. No le quedó otra salida que aceptar la propuesta del PCCH. En consecuencia, el 14, 20 y 23 de agosto le mandó tres telegramas, invitándole a negociaciones de paz en Chungching, reconociéndolo de facto como interlocutor válido, lo que en sí ya era una victoria política. El 28 de agosto 1945, una delegación del PCCH, encabezada por el Presidente Mao, viajó a Chungching dónde, después de 43 días de conversaciones, el 10 de octubre de 1945, se firmó un acuerdo de paz.
El acuerdo de paz estableció como fundamental la construcción pacífica del país y una política de paz, democracia y unidad, para así llegar a una cooperación de todas las fuerzas democráticas del país e impedir la guerra civil. Para asegurar la firma del acuerdo, el PCCH hizo grandes concesiones; entre otras, entregó ocho bases de apoyo al gobierno chino. En cambio, logró que en puntos esenciales fuera admitido el programa de revolución democrática, acordado en el VII Congreso. El trato garantizaba derechos del pueblo importantes, como la libertad de conciencia, de palabra, de prensa, de reunión y asociación; la supresión de los servicios secretos; la prohibición estricta a todos los organismos - excepto los judiciales y policiales -de efectuar interrogatorios, de hacer detenciones políticas y de imponer castigos; la liberación de todos los presos políticos; la promoción de la autonomía local y la convocatoria a elecciones generales desde el nivel inferior hasta los superiores. Para la aplicación del acuerdo de paz, se formaría una conferencia consultativa de representantes de todos los partidos democráticos y personalidades sin partido. Sin embargo, en dos asuntos centrales no se llegó a ningún acuerdo: sobre la nacionalización de las tropas y sobre la legalización de los gobiernos en las zonas liberadas. Aunque el gobierno chino, en términos generales, se declaró de acuerdo con la democratización de la vida política y la nacionalización de las tropas, en el transcurso de las negociaciones se hizo evidente que propugnaba el sometimiento de los órganos de poder y del ejército del pueblo bajo su dirección. En respuesta, el PCCH propuso que el Consejo Militar estuviera compuesto por representantes de todas las fuerzas democráticas y, una vez puesto en práctica, resolviese las cuestiones pertinentes de la reorganización de las fuerzas armadas y su reducción, la organización de milicias populares como cuerpos locales de defensa propia y el mejoramiento de su abastecimiento. Respecto a los órganos de poder del pueblo, el PCCH sostuvo que, provisionalmente, debían ser nombrados por el gobierno central y estar compuestos por representantes de todos los partidos democráticos y personalidades sin partido para, posteriormente, llevar adelante elecciones generales a nivel local y provincial. Finalmente, se delegó la solución de este problema a la Conferencia Consultativa.
Después de la firma del acuerdo, el gobierno chino demostró pronto que no tenía la menor intención de cumplirlo. Mientras las negociaciones aún estaban en marcha, continúo sus ataques a las zonas liberadas. A fines de setiembre de 1945, empezó una gran ofensiva en diferentes partes del país. El PCCH asumió la defensa de las zonas liberadas y sus tropas detuvieron el avance del enemigo. Era evidente que Chiang Kai-chek no había abandonado sus planes de guerra civil, sino que el acuerdo de paz únicamente le servía para ganar tiempo y para concluir sus preparativos. Con la misma intención, en enero de 1946 convocó a la Conferencia Consultativa con la participación del PCCH y otros partidos democráticos, la que, el 10 de enero, dio la orden de alto al fuego. El gobierno chino lo rompió después de poco tiempo, atacando las bases de apoyo en diferentes puntos durante la primera mitad del año 1946. En junio, finalmente, pensaba tener suficiente fuerza para poder aniquilar definitivamente las tropas populares dentro de 3 a 6 meses y comenzó una ofensiva general contra las bases de apoyo de todo el país. La guerra civil, en amplia escala, se había hecho realidad. El ejército popular de liberación enfrentó los ataques con firmeza y, a pesar de su inferioridad numérica, detuvo la ofensiva del enemigo al cabo de 8 meses de dura lucha. Después empezó su contraofensiva, que terminó en 1949, con la toma del Poder en todo el país.
La política doble de Chiang Kai-chek aportó en forma decisiva a su derrumbe. Por un lado, las negociaciones de paz implicaban el reconocimiento del status quo con el PCCH, perdiendo efecto su campaña de guerra psicológica contra los "bandidos comunistas". Por otro lado, se hizo evidente que el PCCH representaba los intereses de las amplias masas populares y sus consignas de paz, democracia y unidad repercutieron ampliamente. En cambio, Chiang Kai-chek se desenmascaró como belicista y enemigo del pueblo, lo que hizo ver que la guerra del PCCH era una guerra justa de autodefensa. Al mismo tiempo, se aplicó en forma ejemplar el programa de la revolución democrática en la construcción de las bases de apoyo, lo que contrastaba enormemente con la política antipopular y proimperialista del gobierno. Además, se intensificó la propaganda en todo el país, llevando adelante campañas contra los criminales de guerra, traidores a la patria y agentes secretos, así como por el abaratamiento de los arriendos e intereses. Esta política correcta repercutía favorablemente en la parte indecisa de la población, especialmente en la pequeña burguesía citadina y la burguesía nacional de todo el país, en las zonas dominadas por el gobierno. Hubo sublevaciones, como el levantamiento de estudiantes de Kunming en noviembre de 1945, que el gobierno chino reprimió a sangre y fuego el primero de diciembre. La descomposición creciente del campo enemigo se manifestó en que unidades enteras de las tropas del Kuomintang se pasaron al ejército popular de liberación.
Así, el acuerdo de paz se mostró como una política decisiva para la consolidación y ampliación del frente único para la preparación de la contraofensiva.
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