EL GUIÑO A LA POLICÍA EN EL DISCURSO DE
LA PRESIDENTA
Pocos y confusos fueron los anuncios presidenciales en
materia judicial al inaugurar las sesiones ordinarias del
congreso. Prometió proyectos de ley para acelerar llegada de las
causas a juicio oral, lo que dicho así puede sonar muy bien,
pero que en la práctica llevará a que sean los pobres y
vulnerables los que en un periquete estén condenados, como ya
sucede con el procedimiento de instrucción sumarísima nacional o
la flagrancia bonaerense, o con el uso que se da a institutos
como el juicio abreviado, demasiadas veces usado por defensores,
jueces y fiscales para trabajar menos, garantizando un
porcentaje "presentable" de condenas. También prometió ampliar
los casos en que se ofrecen recompensas, sistema que sólo
garantiza la promoción y propaganda de las bondades del botoneo,
sin ofrecer certeza alguna sobre la veracidad de lo que se dice
para ganar plata.
Mucho más clara, en cambio, fue la
señal que dio a su aparato represivo. Sin dejar de recordar que
hace apenas días le regaló a la policía federal 320 patrulleros
y casi 200 vehículos más, entre motos, cuatriciclos y camiones
hidrantes, la presidenta asumió sin disimulo la defensa orgánica
de las fuerzas de seguridad, usando el argumento que ellas
prefieren: "nosotros trabajamos como locos para meter gente
presa, y vienen los jueces y los largan". Sin vueltas, dijo que
los policías "a pesar de un fuerte compromiso y una fuerte
vocación, también se desalientan", cuando "se enfrentan con
terribles delincuentes", los detienen "cumpliendo su deber", y después
por cuestiones "técnicas", como un recurso, salen en libertad.
No la oímos, en cambio, quejarse por
la enorme cantidad de policías excarcelados o con arresto
domiciliario con procesos por homicidios, torturas y torturas
seguidas de muerte, o incluso ya juzgados y condenados, cosa que
jamás sucede con particulares acusados de delitos de gravedad
semejante, salvo que se trate de un cura amigo del poder o de un
rico vecino de un country de zona norte. Ni protestó contra las
escandalosas absoluciones o los sobreseimientos fáciles de tanto
policía de gatillo fácil ni reclamó a la corte que revise su
tesis del año pasado, de que no hay tortura en democracia...
aunque te torturen a diario.
La clave de su mensaje en la materia la dio
cuando convocó a trabajar por "la necesaria reconstrucción
de la confianza que tiene que volver a darse entre las
instituciones de la seguridad y la sociedad civil, y que es
vital para combatir el delito". No es un dato menor que esa
frase fue seguida de un entusiasta aplauso de los senadores,
diputados y ministros que la escuchaban. Claro que, además del
guiño, les pasó otro mensaje a policías, gendarmes y prefectos,
aclarando que "en esa reconstrucción de la confianza tiene
que haber un fuerte compromiso también de las fuerzas de
seguridad". En una palabra, les dijo a sus muchachos de
azul que le cumplan, y ella les va a cumplir. Ellos cumplirán
poniendo a disposición de su presidenta los palos, las balas,
los gases, la picana y la bolsita, y ella, garantizándoles su
impunidad, mientras sean obedientes y útiles.
TRAS LA INUNDACIÓN, REPRESIÓN
Pocos días antesde las elecciones presidenciales de octubre,
Néstor y Cristina inauguraron, con claros fines electorales,
un complejo de viviendas ubicado en el barrio de Tolosa, a
escasos metros de la autopista Buenos Aires-La Plata. Las
fuertes lluvias del último jueves inundaron las precarias
casas construidas por el gobierno, algo que ya es una
constante en el barrio, sobre todo desde que culminaron las
obras en la autopista.
Con el barrio convertido en una laguna, y ante la falta de
respuestas de parte de la municipalidad, los vecinos de Tolosa, igual
que muchos otros que en diversos barrios platenses organizaron
piquetes, decidieron cortar parcialmente la autopista.
Inmediatamente llegaron al lugar, no defensa civil o alguna
cuadrilla municipal para ayudar a los inundados, sino
efectivos bonaerenses de las comisarías 2ª, 3ª y 6ª con el
apoyo de infantería y caballería.
“El corte de la autopista fue parcial, se dejó libre un
carril. Llamamos a la delegación municipal de Tolosa, a la
municipalidad, y no tuvimos respuesta de ninguna índole.
Fuimos todos a cortar la autopista dejando un espacio para que
la gente pase. Estábamos expresándonos pacíficamente. A la
media hora llegó infantería y sin ningún tipo de diálogo
comenzaron directamente a reprimir habiendo chicos y mujeres
embarazadas. Tenemos a una mujer embarazada que recibió un
balazo de goma en la panza y en la cola. Tenemos una mujer de
40 años con un balazo en la oreja y dos chicos que fueron
internados por la asfixia provocada por los gases lacrimógenos.
No sabemos de dónde vino la orden porque no hubo manera de
parar a los policías, vinieron directamente a reprimir. Lo
peor de todo es que nos quería echar del barrio y nosotros
vivimos acá”, afirmó Miguel, vecino de Tolosa.
Otros vecinos cuentan que la policía rodeó el barrio y que “se
los veía sacados, con unas ganas de empezar apalear gente que
nos llamó la atención porque en su mayoría se trataba de
oficiales jóvenes recién egresados”, de esos a los que el
gobierno dice formar en el respeto a los derechos humanos.
LA REPRESIÓN "PREVENTIVA" NO ELIGE...
Siempre señalamos que una de las
características de la represión que se descarga en forma más o
menos indiscriminada, no selectiva, sobre los sectores
sociales más vulnerables con un fuerte contenido de control
social, es que no "elige" sus víctimas -salvo, claro está, por
la pertenencia real o por apariencia circunstancial de
pertenecer a la clase trabajadora-. También destacamos que, en
muchas oportunidades, los integrantes del aparato represivo
usan entre ellos, para resolver cuestiones personales, y hasta
familiares, los mismo métodos y herramientas que a diario
emplean contra el pueblo. Por eso cada tanto ocurre que un
caso de gatillo fácil o de muerte en la tortura tiene por
víctima a "uno de ellos", lo que no le quita el carácter de
aplicación concreta de la política represiva del estado.
Así pasó esta semana con el caso que conmocionó
la zona oeste del Gran Buenos Aires, y precisamente porque no
se trataba de un pibe de barrio, sino, como destacó Canal 13,
"un chico inteligente, que sabía tres idiomas, que estaba por
recibirse de contador". O sea, un chico bien, una
víctima inocente. Gastón Duffau, de 33 años, fue detenido
en el McDonald's de Ramos Mejía, golpeado y transportado,
esposado, en el baúl del patrullero. Para cuando lo llevaron a
un hospital ya las lesiones por el apaleamiento le habían
causado la muerte. Un crudo ejemplo de tortura seguida de
muerte.
Pero, como decíamos, en esto de la represión
para implementar el control social, para disciplinar al que
por la pinta parece que lo necesita, tanto da si sos Walter
Bulacio o el hijo de un comisario. Porque el padre de Gastón
Duffau era el comisario mayor (R.A)
de la policía de la Provincia de Buenos Aires Carlos Alberto
Duffau, ex jefe de la Departamental La Matanza y de la
departamental San Martín. Antes de ser ascendido, fue titular
justamente de la comisaría cuyos hombres mataron ahora a su
hijo. Cuando estaba en San Martín eran famosas sus razzias en
Fuerte Apache, barrio al que denominaba "zona roja". Y en La
Matanza fue de los primeros en reprimir cortes de ruta, como
aquél de principios de julio de 1997, cuando centenares de
hambrientos vecinos de los barrios Santa Elena, 22 de Enero y
Villa Unión mantuvieron por primera vez un piquete sobre la
Ruta 3. Fue el comisario Duffau el que lideró la represión
ordenada por la jueza federal Morritz Dooglas, y el que
explicó a los medios que todo era obra de "activistas venidos
de otras partes".
El abogado de la
familia, y primo de la víctima, inmediatamente reclamó el
apartamiento de la investigación del personal policial, y
declaró a los medios, siempre hablando de la policía, "esta
gente todos los fines de semana mata alguien, y nadie se
entera". Como para no saberlo, con la familia que tiene.